domingo, 31 de mayo de 2015



EL HÉROE

Esta mañana he conocido a un héroe. Ha sido en la calle. Tontamente. Como si nada.
Estaba yo intentando echarle una mano a mi vecina, que se había dejado las llaves puestas y trataba de entrar a casa trepando hasta el balcón con una escalera de mano que, a juzgar por su decrepitud y por los agujeritos que la salpicaban, debía de haber pedido prestada a San José. Hallábamonos en esa tesitura tan sesuda y tan adulta de evaluar los riesgos y dificultades de que una subiera los peldaños, que llegaban justo hasta la base de la balconada, se agarrase fuertemente a los barrotes y más tarde tratase de hacer pasar una pierna por encima de la barandilla sin dejar la otra en el aire y sin engancharse con los cordones del tendedor mientras que la otra sujetaba la escalera desde abajo.
Ya estaba mi vecina buscando el teléfono del cerrajero (sí, lo lleva en el móvil) cuando ha llegado él. El héroe digo. Que mira que venía de lejos, pero claro, nosotras no nos hemos dado cuenta porque no llevaba capa ni tenía los bíceps de acero ni se había puesto los calzoncillos por encima del pantalón. Hasta normal era. Vamos, que si no se manifiesta ni nos fijamos en él.

“¿Queréis que lo haga yo?”- nos ha preguntado.
Así, sin anestesia. Sin nosotras pedírselo. Sin ponerse a pensar en que podíamos ser dos integrantes de un clan mafioso dispuestas a saquear la vivienda en busca de joyas y billetes de quinientos euros. Y nos hemos quedado las dos mirándolo perplejas, como si en vez de de un héroe se tratase de un marciano.
No ha reparado en el estado de la escalera. Ni en la dificultad de salvar los hilos del tendedor sin acabar estrangulado. Ni en nada. Sólo nos ha preguntado por la trayectoria. O sea, una vez dentro qué tenía que hacer para salir. Y es que este héroe, eso ya es cosa mía, debe de tener una casa con pasillos largos.

Es evidente que tenía prisa. Ha comenzado el ascenso con una energía tal que ha ido quebrando los peldaños a su paso. Nosotras lo mirábamos, asustadas, intentando convencerlo para que bajase y él nos contestaba, con esa lógica tan aplastante e imprudente de los jóvenes, que no importaba que la escalera se rompiese porque sólo la iba a utilizar para subir.
Una vez arriba, el mozarrón se ha introducido en la casa pasando las piernas ágilmente por encima de la barandilla, ha atravesado el apartamento de mi vecina hasta llegar a la entrada, nos ha abierto la puerta y después se ha marchado tal cual vino, sin capa, sin bíceps y sin calzoncillos a la vista.
Y sin esperar nada a cambio.

Que por eso precisamente hemos sabido que era un héroe de verdad.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Alana McCarthy

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