domingo, 25 de enero de 2015






EL ARTISTA DEL METRO

El sonido le atrajo desde lejos. Lo siguió lo mismo que un sabueso sigue el rastro de una presa hasta llegar allí. Y verlo, ausente y poseído por el ajado violín como si no existiera otra cosa en este mundo, dejando caer las notas suavemente, casi con indolencia, cual si aquello no fuera con él y la música brotase por sí misma. Observó la postura un tanto rara, casi sensual, con que apoyaba la mejilla sobre el instrumento. Y esa mirada que vertía sobre la caja, abstraída y ferviente, entregada a la contemplación del movimiento de las cuerdas que se estremecían al contacto del arco y de sus dedos. Y esa sonrisa dulce y amorosa más propia de un amante que de un músico.
Permaneció escuchándolo un buen rato, embelesado. Jamás en su vida había oído a nadie tocar así. Ni en sus años de estudios musicales, ni en la época que pasó de profesor en un conservatorio, ni siquiera en la etapa final de su carrera, cuando al fin consiguió hacer realidad el sueño de tocar en una gran orquesta. Jamás, en sus ochenta años, alguien le había emocionado de esa forma. Y así se lo explicó al chaval, una vez que éste recogió los bártulos y se dispuso a abandonar su rinconcito.
“Perdone usted…- insistió el anciano, sin resignarse a dejarlo marchar- pero tiene que haber algún secreto para que el instrumento suene en sus manos como lo hace”

El chico lo atravesó con su mirada franca y azulada y, tras observarlo con detenimiento, como si estuviera leyéndole los rasgos, comenzó a hablar pausadamente, sin altivez alguna y sin dejar de mirarle a los ojos un instante. Como si él fuera el viejo en vez del joven:
“Ha malgastado usted su vida, mi querido amigo… - sentenció, remarcando las dés con su acento extranjero- Los estudios, las clases, la orquesta… Tiene usted una mirada triste… la mirada de un ser que no ha vivido; de alguien que simplemente ha disfrutado de una existencia confortable y previsible. Y no crea que al decirle esto trato de insultarle… En absoluto. Lo que pasa es que alguien como usted no puede llegar a ser artista. No dudo de que habrá sido usted un gran músico, y hasta un excelente profesor capaz de enseñar a sus alumnos toda la teoría necesaria para entretener a un auditorio. Pero usted no ha amado. De verdad quiero decir. Entregando su alma y arriesgándose. Ni ha sufrido. Ni ha tenido impulsos de matar. O de saltar al vacío desde un puente. O de cortarse las venas sólo por experimentar la sensación de desmayo que dicen que eso produce. Usted, mi querido amigo, carece del componente que convierte al artífice, sea este un músico, un poeta o un pintor, en un artista. Usted no siente el arte. No lo vive. No lo aspira. Usted no pone pasión el lo que hace. Se le ve en la cara. Sus arrugas son producto de la edad, no de las emociones. Usted podrá conocer muchas técnicas. Pero, insisto, sus interpretaciones sólo podrán entretener al auditorio. Nunca emocionarlo. Porque sólo la pasión puede llegar a conmover. Sólo eso.
Ése es el secreto.”- concluyó, mientras recogía sus cosas para después perderse entre el gentío que abarrotaba la estación con su violín al hombro.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Musa dormida"- Jean Pierre Alaux

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