sábado, 26 de septiembre de 2020

 
 
 
LOS PLATOS DEL “CUÉNTAME”

Hace ya algunos años, una amiguita de mi sobrino pequeño vino a comer a casa de mis padres y después, cuando su abuela pasó a recogerla, le dijo, entusiasmada. “¡Yaya, yaya, he comido en los platos del 'Cuéntame'!”. Y es que mi madre tuvo hasta su muerte una de esas vajillas de bordes ondulados, idéntica a la de los Alcántara, que compró allá por los tiempos de Maricastaña y que sobrevivió a golpes, rebotes, cosques, estropajos, polvos de fregar y todo tipo de agresiones físicas y químicas, algunas de las cuales (las últimas, sobre todo) desintegrarían en unos pocos meses muchas de las vajillas de diseño que venden ahora en las tiendas pijas de los centros comerciales.

Y es que lo de Duralex era un nombre apropiadísimo, tanto si se refería a la dureza como a la duración. Porque cuando una de esas vajillas entraba en una casa era para ver a los niños crecer, comulgar, casarse, divorciarse, volverse a casar, volverse a divorciar y convertirse en abuelos de los hijos de los hijos de su segundo matrimonio. Porque los platos de Duralex han soportado pataletas, resistido viajes a residencias de estudiantes, aguantado fiestas infernales, sobrevivido a herencias, disputas y lanzamientos asesinos. Han surcados océanos metidos en embalajes acolchados. Han acompañado cumpleaños, bautizos, funerales y bodas. Se han alojado en hoteles, bares, sacristías, jardines de infancia y hasta puticlubs. Y han sido, en definitiva, los recipientes encargados de contener casi todo lo que nos ha traído adonde estamos. Yo recuerdo unos tazones de consomé verdes (que no ámbar) que mi madre compró en la vajillería del Pasaje y que lo mismo servían para la sopa que para el colacao que para guardar sobras de lentejas, con un platillo encima, dentro de la nevera. Recuerdo también una noche, siendo yo muy niña, en que estaba cenando con el plato encima de una banqueta y al ir a pinchar una borraja con el tenedor, el ondulado recipiente reventó y los pedazos volaron por toda la cocina. Y recuerdo el chiste de un amigo, aquella temporada en que me dio por los puzzles, que me solía decir: “Tú coge un vaso de Duralex de esos que llevan los cuadraditos en la base, lo metes en una bolsa, le das un golpe seco contra el canto del lavabo y luego agarras el Loctite y te lías a recomponerlo. Ya verás lo que te vas a divertir”. 

Y es que cuando una de esas piezas se rompía sucedía un poco como con el arroz el día que te casas: que podías pasar la escoba o el aspirador doscientas veces que seguían apareciendo esquirlas durante semanas. Dicho sea de paso que la ruptura era la única forma de deshacerse de una creación de Duralex, porque, que levante la mano quien no tuviera en casa uno de esos vasos a los que antes me refría, roñoso, rayado y mate pero con el mismo porte y la misma solidez que el primer día. Es por eso que ayer, cuando vi la noticia del cierre de la fábrica de los platos del “Cuéntame”, se me encogió un poquito el corazón. Y me sentí un pelín opaca y deslucida, como ese vaso viejo que decía hace un momento.

Supongo que fue la impotencia de comprobar cómo puede quebrar una empresa capaz de construir cosas tan sólidas. 

#SafeCreative Mina Cb

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario