viernes, 30 de agosto de 2019




Querido diario:

Hoy ha sido una de estas jornadas en las que una se marcha del trabajo con la impresión de haber resuelto el enigma del destino de la humanidad. En tan solo una mañana he podido constatar lo peor y lo mejor nuestra especie y comprender por qué en el planeta pasa lo que pasa.

A primera hora he tomado conciencia de que la paz mundial es imposible ya que la ambición convive con la estupidez, y así como la primera es cosa fundamentalmente de los ricos y los poderosos, la segunda es un elemento que está al alcance de cualquiera, incluso de los ricos y los poderosos, a quienes la estupidez hace todavía más destructivos y soberbios. Al poco rato, alguien a quien tengo cierto aprecio me ha dado una lección de moral y ha puesto en entredicho mis principios, diciéndome que no soy quién para juzgar a nadie, emitiendo de este modo él mismo un juicio sobre mí y dejándome con esa sensación que te queda cuando alguien que lleva en el bolsillo la llave que cierra la puerta de su casa te habla sobre la legitimidad del robo. Y cuando ya andaba pensando en inscribirme como voluntaria para la próxima misión espacial a los anillos de Saturno, unos adolescentes me han pedido (así, como lo escribo) que les prestase diez minutos de mi tiempo. Han esperado respetuosamente a que yo pudiera hacerlo y cuando les ha tocado el turno me han contado que necesitaban bolsas y guantes para recoger los desperdicios que habían recolectado en un parque cercano. Me han entrado ganas de darles un beso en los morros a cada uno, pero he pensado que los guantes y las bolsas les vendrían mejor.
Una vez estaban en la calle he visto cómo uno de los chavales daba un salto de alegría, como si en vez de un paquete de bolsas de basura le hubiera dado el salvoconducto para conseguir la paz mundial.

Y me he sentido la tía más feliz del mundo.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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