sábado, 29 de septiembre de 2018

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AMAR HASTA REVENTAR

Querido mío:

He de reconocer que nuestra relación fue un tanto ambigua en un principio. Más que nada porque yo no tenía clara mi elección y al inicio no encajabas con aquello a lo que yo estaba habituada. Te hallaba quizás demasiado atrevido para alguien de mi edad y es por ello que te relegué al invierno, época en que las pudorosas medias atenuaban un poco la vergüenza que sentía al moverme contigo por la calle. El invierno, ya se sabe, es época de tinieblas y recogimiento, pero aún así algunas de mis amigas se mostraron sorprendidas por esa novedad, tan poco ajustada a mi carácter bastante anárquico y alejado de modas. Pero me dijeron que si yo me veía bien no tenía por qué recelar de novedades. Aunque sé que en el fondo alguna pensaba como yo; esto es, que era demasiado mayor para esas cosas.

Fue al cabo de dos años cuando me atreví con el verano y con la desnudez que este conlleva. Me costó pero la verdad es que al final me acostumbré de tal manera a ti que nos llegamos a hacer inseparables. Devoramos kilómetros, trepamos por barrancos, descendimos, dejándonos a veces arrastrar, por laderas escarpadas. Y muchas veces terminamos la excursión, sudorosos y polvorientos, sentados en cualquier terraza de verano de esas en las que algunos van de punta en blanco. Hemos cantado, bailado, corrido, saltado, viajado... hasta volado juntos. Hemos visitado lugares hermosos y casi inaccesibles en algunas ocasiones. Nos hemos remojado en un arroyo y nos hemos secado al sol sobre la hierba escuchando el canto de los pájaros. Hemos contemplado crepúsculos espectaculares y hasta hemos visto amanecer alguna vez. Nos hemos contoneado libidinosamente y, en una ocasión al menos, hemos pataleado de rabia al mismo tiempo. Y hemos llorado, creo. Aunque esto no lo puedo asegurar a ciencia cierta. Porque nuestra vida en común ha sido aventurera y plena. Luminosa y feliz como una verbena inacabable que, ayer, por fin, escuchó sonar la melodía final.

Y es que cuando metí la mano en tu bolsillo y me tropecé con ese desgarrón supe que el temido momento había llegado. Lo intuía hace semanas, desde aquel primer agujerito que apenas se veía. Pero que estaba ahí. Pero ese desgarrón, lo supe con certeza, era algo irreparable. Y suponía nuestra separación definitiva. Al llegar a mi casa, me desprendí de ti y abrí el cubo de la ropa sucia. Y me quedé ante él, como una boba, contigo entre los dedos. Y me di cuenta de que debía de aceptarlo.

Sé muy bien que no ha de haber otro como tú. Llevo meses rebuscando las tiendas pero ninguno tiene tus características. Los modelos en boga son, esos sí, para jovencitas; elásticos y con la cadera muy ceñida. Y sé que ninguno se adaptará a mi cuerpo como tú lo has hecho. Pero he de resignarme. Nuestra historia acabó. Me quedarán las fotos y todos los momentos compartidos a lo largo de estos dos veranos que sin ti, puedes creerme, no hubieran sido lo mismo.

#SafeCreative Mina Cb

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