miércoles, 29 de agosto de 2018

 



 MOVER A LOS MUERTOS

Yo la verdad es que no entiendo esa manía de andar llevando a los muertos de un sitio a otro como si fueran hijos de divorciáos. Buscar a alguien que desapareció en una cuneta ya me parece otra cosa, que el finado tiene derecho a la identidad y el vivo a saber dónde puede honrar la memoria de los suyos. Pero gente que está bajo una losa, con su inscripción, sus harapos y su cajita descompuesta... en fin; que no le veo yo mucho sentido.

Claro que eso no es una costumbre nueva. Al Barón Rojo, tras ser enterrado con honores militares por el enemigo que lo abatió, lo cambiaron de sitio unas cuantas veces porque todos querían albergar su cadáver. Algo parecido, pero sin honores, ocurrió con Mussolini. Que hasta un cura lo acabó escondiendo en un armario porque debajo del altar cantaba un poco. Bueno, y aquí en España tenemos el caso de Calderón, el literato, que casi cundió más muerto que vivo. Siete entierros y un cura que escondió el cadáver para protegerlo de los republicanos y se llevó el secreto hasta la tumba.

Y es que la vida es sueño y la muerte a veces pesadilla. Sobre todo cuando uno ha sido un hijo de Satán, y lo que se merece es que lo metan en un ataúd con seis cerrojos y echen luego encima una losa de catorce toneladas. Y ni murallas ni mausoleos ni nada parecido. Como mucho en el terrenito familiar y con la seguridad pagada por el propietario. Y el que tenga huevos de saltarse los controles y de levantar la losa que lo haga. Y si el mal ya está hecho, como en este caso, pues se quita la vigilancia y se deja el sitio abierto. Y si se llena de okupas que se pegan el día follando y liando petas pues mejor que mejor. Para que rabie el hombre y tenga que comerse con patatas todo lo que prohibió. Eso sí, que no lo traten mal que sería ponerse a su nivel. Aunque también existe la posibilidad de que algún mitómano del régimen pague por el terreno y haga un parque temático en plan casa del terror con proyecciones de fragmentos del NODO, exposición de sentencias de muerte de su puño y letra y hasta el museo cinegético que el caudillo montó en vida en el palacio de Riofrío con las piezas que se iba cobrando en sus batidas, algunas de ellas en peligro de extinción. Y que el que quiera pagar pague... En fin; que creo que hay unas cuantas alternativas a fundir un solo céntimo del erario público en exhumar los restos de ese caballero. Que bastante tuvimos que ver el ataúd cuando lo expusieron al público, tras su muerte, y después organizaron ese funeral que parecía la boda del Paquirri y la Pantoja. Y luego que, a lo peor, el espíritu se queda por ahí y posee a cualquier loco de esos y ya tenemos otro dieciocho de julio en lontananza que, además, nos pilla sin mili obligatoria. O peor aún: se lo encuentran incorrupto y lo hacen santo.

Que se han visto cosas más difíciles.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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