martes, 11 de agosto de 2015



MIRAR UN CUADRO

Me arriesgaré hoy a perder un puñado de lectores abordando el peliagudo tema de la religión, que levanta más ampollas que el sexo y que las drogas. Lo del rocanrol es otra cosa.
Pienso que una buena parte de culpa de nuestro carácter alparcero y un tanto masoca lo tiene la religión católica, siempre interesada en satanizar todo aquello que es divertido de una u otra forma. De hecho, pienso que si los países nórdicos están más evolucionados es debido a que la reforma luterana los alejó de este espíritu santurrón e inquisitorio que convirtió el medievo patrio en una época de oscuridad y miedo durante el transcurso de la cual se educaba al populacho a través de la simbología dibujada y cincelada en las iglesias y en el arte sacro.

Hace unas semanas visité la exposición de Zurbarán en el museo Thyssen. Confieso que a veces mi sarcasmo supera con creces a mi pasión por la pintura. Y que si algo tiene de bueno ir sola a este tipo de eventos es que una se puede comportar como le salga del moño sin temor a que sus acompañantes le digan que está haciendo el ridículo. Cosa que, por cierto, me importa más bien poco.

Pero a lo que voy: de todas las obras expuestas la que más me llamó la atención fue esta, que plasma una escena familiar perteneciente a la vida de la Virgen en la que se ve a la niña María junto a sus padres, Joaquín y Ana, que intentan desesperadamente atraer la atención de la chiquilla, entregada al éxtasis y pasando treintaytrés de las frutas y de las atenciones de sus progenitores. Este lienzo se hallaba justo al lado de un retrato de la pequeña en idéntica actitud pero sin la presencia de sus padres. Y yo me quedé un buen rato ahí, pasmada, paseando la vista de uno a otro, pensando para mí que ahora mismo a esa chavalita la harían pasar por el gabinete psicológico de la escuela y alertarían a sus progenitores acerca de un posible brote de anorexia. O de ingestión de sustancias alucinógenas. Porque la expresión de la nena es de traca. Y claro, ya rizando el rizo me dio por imaginarme a todas las niñas de la época queriendo imitarla. Y a los grandes ideólogos utilizando esta imagen y otras similares para aleccionar al pueblo. Y a la peña, inculta y temerosa, comulgando con ruedas de molino. Y entendí muchas cosas. Que es algo que me pasa con frecuencia cuando visito los museos. Que entiendo cosas que pasaron hace siglos pero que siguen pasando todavía. Quiero decir las iconografías con que se nutre al pueblo para mantenerlo anestesiado. Y acojonado. La estupidez y el cargo de conciencia. Y esos modelos de conducta que parecen no tener término medio y pasan del monástico recato hasta la más vergonzante inmoralidad. Sin mesura ni pudor. Como es costumbre en esta patria nuestra. Y al final ya no pude evitarlo y la sonrisa se me trocó en risotada silenciosa. Y un visitante que pasaba por detrás se me quedó mirando como si estuviera mal de la cabeza.

A mí.

Que no hacía otra cosa que mirar un cuadro.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Familia de la Virgen"- Zurbarán

1 comentario:

  1. Jajajaja! Es que la cara de la niña tiene tela, y tu discurso mental...pues sí para descojonarse. Pero qué más da, es un poco vergonzoso pero en el fondo ayuda a reírse más, también te miran raro cuando te ríes leyendo aunque te vean con el libro en la mano...se ve más normal a quien se ríe mirando su móvil.

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