lunes, 17 de noviembre de 2014



QUE VIVAN LOS NOVIOS

Ahí estaban ellos, elegantes y glamourosos, desafiando a la grisura de esta mañana otoñal y un tanto desapacible, convocados, según tengo entendido, por una de esas empresas que organizan eventos nupciales y que después tienen un detalle con los clientes, que es lo mínimo habida cuenta del pastizal que cuesta la organización de una boda. Claro que uno, cuando se casa, lo hace para toda la vida, y es por ello que el acontecimiento se planifica en condiciones, y con al menos un año de tiempo, de modo que una vez finalizado el último capítulo del mismo, que es la luna de miel, los contrayentes se encuentran un poco como las madres cuyos hijos abandonan el hogar y se quedan ahí, tristonas y sin objetivos, mohínas e indolentes, hasta que una vecina acostumbrada a leer el Elle y otros panfletos femeninos les dice que padecen el síndrome del nido vacío y que eso se arregla cambiando el café con pastitas por dos o tres cervezas y un pincho de tortilla con las amigas cada vez que en la tele hay un Barça-Madrid.
Pero a lo que iba… que ahí estaban: ellas envueltas en tules, rasos y cancanes, y ellos con sus trajes de chaqueta, impecables galanes de telenovela, príncipes azul marino con tendencia a negro, casi todos en la misma línea excepto un chaval un tanto díscolo y bohemio, que iba tocado con un bombín y calzado con unas zapatillas de lona, perfectamente conjuntado con su novia, informalmente ataviada de impecable blanco salpicado por unos dibujos negros. Y no he podido evitar, la verdad, que así es de retorcido mi cerebro, preguntarme si lo del loock retro fue cosa de los dos, esto es, surgió espontáneamente, o si bien uno hubo de convencer al otro. Porque en el primer caso estoy casi segura de que ambos podrían concurrir en el mismo lugar, con la misma sonrisa y hasta los mismos trajes (la gente auténtica suele mantenerse eternamente joven) de aquí a que pasen diez años, o incluso más, mientras que de haberse dado la segunda opción, lo más probable es que la genialidad de uno acabe más tarde o más temprano con la paciencia del otro y al cabo de no demasiado tiempo los trajes terminen ardiendo en una de esas hogueras simbólicas que a veces se organizan al cambiar de vida, y donde se exorcizan junto al fuego todos los demonios que nos han ennegrecido el pensamiento, y se invoca a los espíritus del cambio y la bonanza.

Pero en fin… que era gracioso el espectáculo de tanto novio y tanta novia allí, amontonados y bulliciosos, siguiendo las directrices del fotógrafo que les indicaba, desde el puente de mando del balcón de la Casa del Reloj, que se pusieran aquí o allá, que saltasen, que se abrazaran o que levantasen los pañuelos, viva santa ana, como si en vez de en noviembre estuviéramos en julio y el fotógrafo, en vez de la cámara, tuviera entre las manos el cohete anunciador de las fiestas patronales.

Pues eso. Que sean felices y que esa sonrisa les dure para siempre.

De corazón se lo deseo.

#SafeCreative Mina Cb

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