martes, 10 de septiembre de 2024


 

DRAGONFLY

Pese a que no es raro encontrarlas moribundas en los arcenes de las carreteras, no me acostumbro a tropezarme con estos bellos insectos abatidos.

Los angloparlantes las llaman Dragonfly. Dragón volante. Y algunas de ellas llevan la denominación de caballito del diablo, no sé muy bien por qué, ya que no soy capaz de hallar en estos animalillos atisbo alguno de maldad.

Estas azules, tanto las grandes como las pequeñas, suelen rondar las zonas húmedas como arroyos, lagunas, riegos e incluso antiguos lavaderos públicos. Este ejemplar no andaba muy lejos de una extensión de arrozales cuando la furia de un vehículo interrumpió su vuelo para siempre.

Al cogerla del suelo, compacta y frágil como una figurita de papel, he sentido un escalofrío recorrerme la espalda al observar su cara con detenimiento. La pequeña cabeza acorazada presidida por los ojos amarillos y un cuerpo azul que ya estaba perdiendo su color y empezando a arquearse. Y las enormes alas transparentes surcadas por nervaduras irisadas, que le permiten desplazarse por el aire y que tantas veces me paro a contemplar batir cuando se posan sobre las coronas de los juncos.

Y me ha entristecido pensar que, seguramente, hace menos de diez minutos esta hermosísima libélula flotaba a merced de la cálida brisa de la tarde buscando ramas sobre las que posar sus patas. Disfrutaba de un soleado atardecer de finales del estío, sabedora tal vez de la proximidad de las oscuras jornadas invernales. Volaba, mostrando a la naturaleza su elegancia alada, zumbona y luminosa, bella como tan sólo pueden serlo las criaturas que viven ajenas a la fugacidad de su existencia, sin sospechar siquiera lo próximo que se hallaba el fin de su mágica y añil fragilidad.

#SafeCreative Mina Cb 

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