jueves, 16 de julio de 2020




AL REVÉS TE LO DIGO...

Aunque os parezca que la defiendo mucho a mí también me tiene en un sinvivir esto de la mascarilla, no creáis. Y eso que yo llevo ventaja a la mayoría de la gente, porque me colgué el bozal en marzo y desde entonces cargo con él un mínimo de cuatro horas ininterrumpidas de lunes a sábado. Y me doy con un canto en los piños porque curro a jornada reducida.

Claro que durante el confinamiento, como no andábamos por la calle más que los currelas, pues me quitaba el chisme en cuanto salía del tajo y luego ya, cuando levantaron la barrera, sólo me lo ponía en zonas de mucha concurrencia. Y en espacios cerrados, desde luego. Salvo bares, que allí el virus debe de ser inofensivo porque se puede estar a cara descubierta. Será porque el alcohol mata los gérmenes y a nadie se le ha ocurrido aún llevar a los enfermos a los bares en lugar de al hospital. O a las obras, que creo que inmunizan porque al menos los de la calle donde curro van sin mascarilla y ahí están, tosiendo encima de las vallas que luego toca todo quisque.

Pero a lo que iba: que parece que con lo de la obligatoriedad no voy a poder respirar aire puro, aparte de la terraza del bar, más que desde el balcón de casa.

Porque si me voy, qué se yo, a subir el Aneto por ejemplo, y como no sé si la normativa aragonesa será como la navarra, lo mismo tengo que llevarla porque igual en plena ascensión me cruzo con un octogenario de grupo de riesgo y la liamos parda. Si es que me he infectado en el bar o en el balcón. Le pego la cosa y lo mando al otro barrio. Claro que si subo con la mascarilla a quien la va a dar algo va a ser a mí. Porque si de normal ya se me taponan los oídos cuando enfilo el Carrascal en coche y se me resecan las fosas nasales en verano, ni te cuento lo que puede pasar si voy esnifando el CO2 durante todo el paseo. Que voy derecha a la UCI y a lo mejor entro con una hipoxia y salgo con el Covid de las narices.

Y es que estoy un poco harta de tanta tontería. Que aquí iba todo muy bien hasta que abrieron las fronteras. Y ahora claro, la culpa es de los temporeros, que vienen a doblar el lomo, y no de los guiris cerveceros que son tan dados a los concursos de chupitos boca a boca ni del personal que asiste a fiestas sabiendo que lo tiene y le importa una mierda contagiar a todo el mundo. De modo que el castigo es ir con el cacharro todo el tiempo, que hay a quien le parece la solución perfecta, pero que al final de la jornada acaba siendo como encerrarte en el coche con una goma saliendo del escape.

En fin... que estoy muy cabreada, porque hasta ahora, si quería respirar en condiciones me podía ir al campo, pero ahora ya no tengo claro si te pueden empapelar por ir por la Mejana sin la cosa, y yo ya estoy planteándome lo de la bicicleta estática para el ejercicio y la obra de al lado del trabajo o la terraza del bar para el oxígeno. O ya, yendo al extremo, echarme la petaca de cazalla a la mochila y largarme hasta el Bocal andando. Y si me paran los Forales por no llevar bozal decirles que si es por lo del virus que llevo alcohol encima. 

Y ofrecerles un trago si hace falta.

#SafeCreative Mina Cb

Pd: Mañana ya hablo de otra cosa...

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