martes, 26 de enero de 2016




TERAPIA DE GUASÁP

Discrepo totalmente de quienes dicen que las nuevas tecnologías nos están aislando. Es más, creo que es al contrario. Y es que nunca lejos y cerca anduvieron tan pegados como ahora. Aunque ese lejos se acerque mediante lo virtual. Que no es lo mismo pero es mejor que nada.
Hace unos años, no demasiados, cuando alguien se marchaba dependíamos del correo y del teléfono. El correo era lento, y carísimo para según qué cosas. Y el teléfono era un artículo de lujo en el que las conferencias salían al precio de champán francés. Y aún encima la comunicación dejaba bastante que desear, tecnológicamente hablando.
Hasta que llegaron el Messenger y toda su comparsa. Que iban a tarifa telefónica pero local, que ya era algo. Y que se caían más que un futbolista de primera. Y que eran lentos como el caballo del malo. Pero menos es nada nuevamente.
Le siguieron los SMS de tarifa plana y otros servicios de comunicación remota más o menos instantánea que te bloqueaban el terminal cada 24 de diciembre porque esos mensajes pesaban más que un elefante con estreñimiento crónico y al final, ya para desesperación de aquellos que piensan que no hay nada como una conferencia de las de toda la vida, entró en nuestras vidas el guasáp, que tiene algunas cosas malas y bastantes buenas. Las malas son que se funde la batería, que no das abasto para leer los mensajes, sobre todo si te han metido en muchos grupos, que te despistas al cruzar la calle y que a veces te cuesta no matar a algún amigo cuando te vuelve a mandar la foto del negro o alguna ordinariez de ese calibre. Y de las ventajas, que son muchas, sólo voy a referirme a dos: la primera, que hace posible mantener el contacto con personas a las que por una u otra razón no puedes ver todo lo que quisieras, y la segunda y más importante, que es un vehículo de desahogo mucho más eficaz que una sesión de puching-ball. Y es que no hay nada más gratificante que tener, como es mi caso, una amiga que ejerza de capacico de las hostias. Y no penséis que es egoísmo porque el intercambio es mutuo. Os explico un poco en qué consiste la terapia:
Cada vez que a una la vida (el jefe, los compañeros de trabajo, hacienda, la grúa municipal…) le hace una putada de las gordas, coge el móvil, se lía a teclear pestes y barbaridades (o a grabarlas, que también es otra opción) en una cadena de mensajes que va enviando a la otra, sin importarle un pimiento si en ese momento se halla o no en línea. El caso es escupirlo en lugar de agarrar por el cuello a quien sea y ganarse una condena de treinta años y un día revisable. Una vez vaciado el saco, escribe simplemente: “Ya me he desahogado”. Y sigue a lo suyo como si no hubiese pasado nada. Cuando la receptora descifra la retahíla, le manda un par de hileras de emoticonos besucones y escribe: “Cuando salgas del curro me llamas y nos echamos una caña”.
Y hasta ahí llega la crisis.

Es una terapia extraordinaria que os recomiendo vivamente. Eso sí, una vez pasado el calentón es recomendable borrar todos los mensajes. De los dos teléfonos.

Que nunca se sabe dónde puedes llegar a perderlo.

Ni quién se lo puede llegar a encontrar.

#SafeCreative Mina Cb

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