LA
MÁQUINA DE LEER EL PENSAMIENTO
Ya está
aquí. Me lo llevo temiendo varios años, desde que empezaron a construir esos
engendros diminutos e inteligentes que todos llevamos en el bolsillo y a los
que los gurúes del planeta han disfrazado con el nombre de teléfonos.
Y es
que acaban de inventar una diadema que se conecta al ipod pero que en realidad
es una máquina de fotos un tanto particular. El aparato detecta un cambio en
las ondas cerebrales y transmite al dispositivo móvil la orden de tomar la
foto. Así sin más. Con un par. Por su cuenta y riesgo. Sin preguntarte nada y
sin pararse a pensar. En fin, que tú vas un suponer a Donosti un día de verano
y cada vez que le echas el ojo a un surfero te lo retrata. Lo que ya no sé es
si la máquina afina lo suficiente como para saber a qué parte del individuo
estabas mirando. Porque lo mismo te han gustado sus ojos y el teléfono le toma
una instantánea del paquete. O a la inversa.
Pero no
es eso lo que me preocupa. Lo de las fotos quiero decir. No, porqué tú te conectas
el ingenio y oye, a tu bola, escuchando música con los cascos y haciendo
retratos con el cerebro. Y sin meterte con nadie.
A mí lo
que me preocupa de todo esto es que lo mismo que el chisme este lee tus impulsos
cerebrales y decide que ese pedazo de catedral que tienes delante se merece ser
inmortalizada, quién sabe si no existe también una diadema de esas capaz de
detectar los pensamientos. Y a ver qué hacemos entonces. Claro que eso no
entraña una enorme gravedad siempre que tú te la pongas a ti mismo. Pero
también es una tontería leerse el propio pensamiento. Tiene más encanto ver el
de los demás. Y así, tú te haces con uno de esos inventos y cuando tu chico
venga a casa a las tantas y te diga que vuelve del trabajo, esperas a que se
duerma, le pones la diadema y descubres que el único pensamiento que ocupa su
cerebro es el lunar que una de tus mejores amigas tiene justo al lado del chichi. Y ya no tienes ni que
preguntarle ni que montarle la bronca. A la mañana siguiente en cuanto se vaya a
currar metes sus trastos en una caja, llamas al cerrajero y lo dejas en la puta
calle. Sin acritud.
Pero ni
siquiera eso es lo peor. Lo peor, y me temo que ya esté inventado pero nadie
nos haya dicho nada, es que se llegue a programar una aplicación como la de los
códigos Qr (esos que se utilizan en los conciertos, por ejemplo, y que los
taquilleros leen con un escáner) mediante la cual sea
posible leer los pensamientos con un ipod de la misma forma que ahora los
aparatitos de las taquillas leen esos códigos de barras: esto es, que para
saber lo que piensa el otro no tengas que hacer más que ponerle el móvil
delante. Y decirle que es para una foto.
Y así
el muy gilipollas no sólo se queda quieto sino que aún encima te sonríe.
Tiempo
al tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario