viernes, 8 de febrero de 2013



LAS ALMAS DE LOS AMANTES

“El corazón tiene razones que la razón ignora” (Blas Pascal)

Eran como Romeo y Julieta… como don Juan y doña Inés… como los amantes de Teruel: perfectos, complementarios, idóneos, ávidos de amor. Incluso compartían un pasado anegado de amargura, de fracasos, de engaños… de venganzas.

Eran tan similares que lo suyo no fue conocerse: fue adivinarse. Fue proyectar su imagen el uno sobre el otro, encaje prefecto, simetría matemática. Sus ideas, sus pensamientos, sus ambiciones… sus deseos ocultos, sus temores y esperanzas… Todo compartido.

Pero el destino es caprichoso, y la fatalidad los había situado a una enorme distancia uno del otro. Acariciaron durante un tiempo la esperanza de encontrarse, hicieron planes, soñaron juntos… Lo dispusieron todo: el dinero, el transporte, el calendario…
Pero la realidad impuso sus normas y ella se encontró sola en el aeropuerto, esperándole en vano, desconcertada y hecha un mar de dudas, un océano de lágrimas, un universo de frustración.
Marcó su número una y otra vez: un mensaje impersonal, de voz metálica, le anunciaba que aquello era el fin. Le mandó mil mensajes, intentó contactar con él durante semanas… Pero de nada le sirvió. Él había decidido olvidarla, ser adulto, dejarse de quimeras: borró sus correos, bloqueó sus cuentas, rompió sus fotos, dejó de escuchar sus canciones, se deshizo de sus regalos…

Y continuó con su vida.
Y ella lo mismo.

Durante el día siguen adelante, visión de túnel, dirección asistida… inmersos en sus quehaceres, en sus obligaciones… en la cotidianeidad, que no es sino un bálsamo de efecto pasajero para los espíritus atormentados por la duda.
Por la noche, cada uno intenta entregarse al sueño pensando en el otro, sin sospechar siquiera que mientras sus cuerpos yacen estáticos, infelices, sus almas les abandonan y corren la una al encuentro de la otra, atravesando la distancia que ellos fueron incapaces de salvar, venciendo al miedo que les paralizó.
Y pasan la noche en vela, estelas de humo que surcan los cielos, que viajan en libertad, que se aman en silencio, pesarosas, sin poder tocarse… y que al amanecer se separan, gozosas y nostálgicas, y vuelven a introducirse dentro de sus cuerpos mortales, cobardes…
… desdichados

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