lunes, 25 de febrero de 2013




MI TÍA GALLETA

Mi tía Galleta es casi como Platero: pequeña y frágil en apariencia pero fuerte por dentro, como el acero. De hecho, llevan haciéndole operaciones a corazón abierto desde que yo tengo uso de razón y no me sorprendería en absoluto que nos entierre a todos, cosa ciertamente meritoria en una familia de la robustez de la mía.
 
Yo, personalmente, creo que esta resistencia física se la ha otorgado la Virgen en alguna de sus visitas.
Sí, sí… Porque mi tía Galleta ve a la Virgen. No es que ella se dirija a un lugar concreto donde sospeche que la misma pueda aparecerse muy de tarde en tarde y que tenga la enorme fortuna de coincidir con ella, no…
 
A mi tía Galleta la Virgen se le aparece a domicilio.
 
Ignoro si ella antes hace algún tipo de invocación, se toma un par de copas de anís o marca el número de Televirgen, pero el caso es que se le aparece… ¡¡¡¡¡Y le cuenta cosas!!!! Y le entrega medallas bendecidas que luego va regalándonos a todos. Hace unos años le contó que el agua de los ríos iba a ser envenenada y ella, en lugar de llamar a Pedro Jota, que es lo que hubiese hecho yo, lo comentó sólo en sus círculos más íntimos con el fin, supongo, de que únicamente unos pocos escogidos nos librásemos de los efectos de la plaga.
 
Y es que mi tía Galleta es así, auténtica e inimitable, entrañable y esponjosa como su propio nombre indica. De hecho, creo que es la única de mis tías que todos los años se acuerda de felicitarme por mi cumpleaños. Eso sí, con una semana de retraso. Pero es igual; se lo perdono porque es mi tía favorita y, porque, al fin y al cabo y como ella dice, todos los santos tienen novena.
Incluso el mío.
 
Que no voy a ser yo menos que la Virgen.

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