domingo, 14 de enero de 2024


 

ENVENENAR EL PLANETA

Es diario y me consta que no soy la única. Salgo al campo o al río y siempre hay algo. Da igual adónde vayas. Da igual si se acaba de hacer una batida de limpieza. Ahí está el papelito. La bolsita. La latita. Y a veces, directamente, los restos del festín. De vez en cuando encuentras una bolsa y lo recoges. Y a veces alguien te ve y te ayuda. Por vergüenza torera, no por otra cosa. Y al poco vuelves y la zona está como antes de limpiarla. Y dices que para qué. Que a la mierda. Que ojalá que un día nos llegue la basura hasta las casas y hasta los quirófanos de los hospitales. Y que haya un verano que vayamos a la costa y el oleaje nos traiga hasta la arena toda la basura que vamos vertiendo en él poquito a poco. “Aquí empieza el mar”, leí junto a una alcantarilla en Francia. Aquí. Donde tiras la colilla del cigarro. O esa basurilla diminuta. A la red de alcantarillado y al río y al mar. Y de ahí a ninguna parte. Bueno, sí, a las nubes y a la lluvia. Cuando llueve, claro. Y lo que dejas tirado por el monte igual. O la lluvia lo lleva a una corriente o la hojarasca lo acaba sepultando para que se quede envenenando la tierra durante decenios. Por no hablar de los químicos que se añaden a los cultivos. O de los herbicidas para no tirar de azada. A la tierra o al agua. Al sustrato que nutre lo que nos comemos o al líquido que sale por el grifo. Y después a tu cuerpo serrano.

Y eso día a día. Minuto a minuto.

Segundo a segundo.

Vertidos cotidianos a los que el progreso nos tiene acostumbrados. Abandono de residuos tóxicos en entornos naturales como una práctica habitual que nos ahorra la multa de tirarlo dentro del casco urbano. O la simple dejadez a la que acompaña la idea equivocada de que va a pasar el barrendero.

Es un goteo continuo. Un daño que no cesa y que ya es, me temo, irreversible. Un deterioro que a nadie le interesa y al que todos quitan importancia. Porque claro, la isla esa del plástico no está justo frente a Marbella o Benidorm. No. Está a tomar por culo y eso a nosotros no nos atañe. Y oye, que tirar una colilla en la arena o el tapón de un refresco tampoco es para tanto. Vamos, digo yo. Y bueno, que miles de personas hagan los mismo… en fin… ¿qué pueden suponer millones de filtros en la inmensidad de la mar océana? O millones de tapones. Otra cosa es esta, claro, un barco que va por ahí desparramando microplásticos. Eso es algo muy serio, vas a comparar con los tapones, las latitas o los botellines de plástico que pueblan los ríos, montes, prados y cunetas y que van a desaparecer de allí, como todos sabemos, por arte de birlibirloque.

Muy harta de todo, de verdad.

Muy harta.

#SafeCreative Mina Cb

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