viernes, 15 de julio de 2016



MANERAS DE MORIR

Lo he encontrado en el campo esta mañana. Me ha sorprendido que se dejase coger… pobrecito. Hacía una rasca tremenda, es lo que tiene el norte, y lo he amparado entre las manos pensando dónde lo podía dejar. Conjunto vacío ha sido la respuesta. En un árbol imposible porque tan chiquitín no se sostiene, y aún no sabiendo mucho de ornitología he imaginado que ningún ave alimenta crías ajenas. Y no conozco Lobatones de los pájaros, así que he decidido cobijarlo y llevármelo a mi casa. Pese a mi Robin. Diez kilos de felino nada menos. Pero a ver… todo moribundo tirado en una acera merece una oportunidad. Aunque sea un gorrión. Así que en fin, malo será, me he dicho… lo pongo en una cajita, luego busco una jaula, lo dejo en el balcón y en cuanto pueda valerse que se vaya. Que no me gustan nada los barrotes.
A mitad de camino me he dado cuenta de que le quedaba poco. He abierto las manos para que le diera la luz y tuviese más espacio y extendiera las alas, o torciera la cabeza, o hiciera aquello que los pájaros puedan tener por costumbre hacer durante su agonía. Sin dejar de protegerlo del viento y sin separarlo de mí para que no tuviera frío. Iba pensando, si llegaba vivo a casa, en darle mermelada, que igual es una barbaridad pero me ha parecido un sólido reconstituyente. También pensaba que si estaba medio muerto de poco iba a servir, pero que por lo menos tendría que intentarlo.
Ha llegado en las últimas. Lo he dejado en la mesa y he intentado (yo a lo mío) lo de la mermelada, pero ni caso. Ya había adoptado esa postura rectilínea de pajarito muerto.
Aún está en la cocina. Me da no sé qué tirarlo a la basura. Cuando salga a la calle lo echaré a una maceta, a un seto, no sé… a algún sitio bonito con vegetación.

Y van ochenta y cuatro.

En Niza digo.

#SafeCreative Mina Cb


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