jueves, 28 de julio de 2016

 


FORMAR PARTE
La miras y da un poco de vértigo. De yuyu incluso. No sé. De que se pueda desencadenar una megacatástrofe y allí no quede ni el fotógrafo. Un imprevisto y zas. A la mierda todo en un instante.
Pero también me hace pensar en la importancia de la insoportable levedad del ser. Y en cuántos somos. Y en lo que puede pasar si nos unimos. Como en ese puzzle montado desde el cielo. Si marchamos a una, tomados de la mano. Y se me enciende una lucecita de esperanza y pienso que seguimos siendo muchos. Los buenos digo. Los que queremos vivir con sencillez. Alegremente y sin dañar a nadie. Sin robar ni matar. Sin imponer y sin que nadie nos imponga.
Esta imagen es un retrato congelado. Sé que todos lo son. Congelados digo. Los retratos. Pero este lo es más aún si cabe. Porque recoge un acontecimiento de corta duración en el que la alegría es algo visual y hasta tangible. Todos a una. En un mismo lugar y con igual propósito. Con ropas parecidas que no marcan distancias entre ricos y pobres. En blanco y rojo y de trapillo. Y con una sonrisa en la que caben todos los anhelos de la humanidad.
Y nos sentimos parte. Parte de algo importante a lo que todos estamos invitados y que convierte la cuidad en una fiesta. Que no sería lo mismo sin nosotros. Estarían las vacas, la tómbola, los puestos ambulantes y la música. Pero faltaría lo esencial: Nosotros con nuestro blanco y rojo. Con nuestras risas y con nuestros gritos. Con nuestros bailes y con nuestros cantos. Nosotros abrazándonos, viviendo y disfrutando en paz y en armonía. Porque lo merecemos. Porque en el fondo somos buena gente. Y es por eso que cada año nos congregamos en ese espacio para formar parte de ese breve instante en que el tiempo se detiene y la felicidad se convierte en una obligación.

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