sábado, 27 de junio de 2015



EDADES

Veo asomarse los años por mis hombros.
Ese casi medio siglo que
(dicen)
no aparento
pero que siento crujir
cada mañana en mis rodillas
castigadas por cientos
de jornadas laborales
demasiado duras
(según mi vecino el del tercero)
para una mujer de mi aparente fragilidad.

No tardarán,
lo sé,
mis casi matemáticos periodos
en empezar a zancadillear al calendario
y saltar:
hoy arriba,
mañana al otro lado,
volviéndose tarumbas y, de paso,
convirtiendo mi cuerpo en un desierto
o en un infatigable surtidor.

Ya no enhebro como antes las agujas:
ese “Santa Lucía
te conserve la vista”
es hoy una leyenda urbana inalcanzable.
Y las letras se alejan
y se vuelven borrosas
y confundo los ochos y los ceros
en ciertos documentos.

Se ha sumado al motín mi cabellera
y ese tinte
un poquitín rojizo y luminoso
que no lleva amoniaco
ya no cubre las canas por completo
y me lleno de manchas,
lo mismo que las hienas
apenas me da el sol si no uso crema
(y aún así…)
Y me temo muy mucho
que en unos pocos años
el brillo de mi piel se irá apagando
y ya no pedirán caricias mis hombros desde lejos
pese a seguir necesitándolas.

Va llegando el momento,
lo adivino,
de enfilar
el camino de vuelta.

Sé que esta vez va en serio.
Sé que debo asumirlo:
Se va la juventud.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Las tres edades de la vida"- G. Klimt

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