La muerte a veces llega sin que nadie la espere, porque sí, de forma repentina e injusta. Y cuando eso sucede el corazón se te encoge y te formulas un montón de preguntas.
Mentiría si dijera que conocía a Emilio. De trato quiero decir. Sí que había coincidido con él en algún evento organizado por la asociación, nos habíamos saludado y nos decíamos hola por la calle. Pero me quito el sombrero desde hace muchos años ante cualquiera que aporte parte de su tiempo a la comunidad. Alguien que se implique y eche horas y esté donde hay que estar. Y sacrifique otras cosas para hacerlo.
Hace algunos días vi su foto en redes entregando el testigo y me alegré. Del relevo y del descanso. Porque todo el que ha bregado por asociaciones varias sabe de la necesidad de retirarse a tiempo. De respirar hondo y mirar alrededor y pensar en todo lo que vas a poder hacer con ese tiempo que entregabas a los otros. Y tal vez por eso me ha dado tanta rabia. Por eso y por la absurda, inapropiada forma de morir, que sin duda ha causado tanto dolor entre los suyos.
Vayan, pues, a través de esta nota a su familia y amigos, las condolencias de una tudelana que, aun sin haberlo tratado estrechamente, lamenta enormemente la pérdida de un hombre que con su labor hizo un poquito más bella esta ciudad.
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
miércoles, 9 de julio de 2025
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