miércoles, 11 de diciembre de 2024


 

AMIGAS PARA SIEMPRE

Era treinta de julio y la orquesta de la verbena de la plaza cerraba la fiesta con el “Me vuelvo loco”, de Tequila. Tras él, nos abrazamos con ese dramatismo de los catorce años, cuando todo es una tragedia.
Su padre se había venido aquí de policía cuando el plan zen, en los tiempos del plomo, para ganar algo de dinero y poder elegir destino a cambio de pasar unos cuantos años instalado en el miedo. Nos habíamos caído muy gordas al principio, pero un día nos dimos cuenta de que nos gustaba el mismo chico y nuestra relación cambió. Y compartimos muchos paseos, muchas confidencias e incluso ese primer cigarro que a mí me supo a rayos hasta que me anunció que se volvían para el Sur. Era esa edad en la que tú no sabes todavía que tienes toda la vida por delante y piensas que irte lejos de tu entorno te va a arruinar el porvenir.

Las cartas al inicio eran tan trágicas como aquel último abrazo. Ella me contaba su dificultad para adaptarse, esa llantina repentina en la clase de francés y lo raro que se le hacía todo. Y yo le hablaba de mi vida aquí, del paso de la escuela al insti, de las nuevas amistades y de ese gusanillo por la literatura que se me había vuelto a despertar.

Fueron decenas de sobres recorriendo casi mil kilómetros durante años, a veces con mayor y otras con menor frecuencia, y para los cumpleaños, y no siempre, alguna llamada de teléfono de cuando salían a doblón.

Y al cabo de unas décadas la temerosa posibilidad de vernos otra vez. Y esa breve visita de ella y su pareja camino de Bilbao. Y mi huida hacia el sur tras separarme. Y el primer atardecer en Genoveses. Y finalmente el compromiso de vernos una vez al año. Y la certeza, tras iniciar el rito, de que cada vez que nos encontremos será como si el tiempo no hubiera pasado. Como si nos hubiésemos visto el día de antes. Y como si entonces hubiésemos estado, lo mismo que la tarde en que hicimos esta foto, frente a cualquiera de las playas de Cabo de Gata, sentadas en una terraza, con buena música, mirando al mar y hablando de nuestras cosas, felices de disfrutar de la compañía de la otra pese a la distancia y a los más de cuarenta años transcurridos desde aquel abrazo.

Creo que en eso, más o menos, consiste la amistad.

Ella piensa lo mismo.

#SafeCreative Mina Cb

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