jueves, 19 de octubre de 2023


 

EL BOLSILLO DEL TELÉFONO

De mocita fumaba. Bueno, yo y casi todo el mundo. Fumaba y no llevaba bolso porque pensaba que eso era una cosa de señoras mayores. Y porque para cuatro perras y el paquete de tabaco tampoco me hacía tanta falto. Y porque andar indocumentada por la vida no es tan grave como a algunos les parece. Eso sí, como me hacía yo la ropa, le ponía a todo unos bolsillos enormes. O más bien tamaño Lucky Strike. De hecho, y según qué prendas, en las que el accesorio no pegaba demasiado, las diseñada y confeccionaba de modo que quedasen ocultos, aunque siempre se acababa notando el bulto bajo el pantalón. Y aunque alguien pueda pensar lo contrario, tampoco perdí tantas cosas. Las llaves en un par de ocasiones y por circunstancias que poco tenían que ver con el bolsillo.

Pero a lo que iba. Que en aquellos ochenta de la laca y el tupé, el paquete de tabaco nos servía de portatodo. En plan que cuando le quitabas la parte de arriba del celofán lo primero que hacías era embutir el mechero entre el plástico y el cartón por un lado y, por el otro, colocar bien plegado el billete de 500, que luego se convertiría en cuatro de 100 en el mismo lugar y un puñado de calderilla esparcida por el citado bolsillo. Y así, conforme la tarde pasaba, el tamaño del paquete se iba reduciendo y en el interior del mismo podías meter el mechero, circunstancia que ocasionó, tras sacar el último cigarro, la pérdida de no pocos encendedores. Bueno, encendedores y a veces hasta algún billete. También, si te tocaba ir a Cocorico, era recomendable llevar el DNI por si te lo pedían; que no te lo pedían casi nunca pero justo el día que lo pedían tú no lo llevabas. Y por eso el sábado, al billete de quinientas y el mechero, se sumaba el carné.

Pues bien, ahora que parece que a todos nos ha entrado la sensatez y hemos dejado de fumar, el teléfono móvil se ha convertido en el lugar donde guardar las cosas que antes iban al envoltorio de la cajetilla. Y así, toda la información que no se halla encriptada en el interior del chisme, ocupa el espacio restante entre el aparato y la carcasa, de forma que algunos acaban doblando el volumen del portátil con una colección de elementos que va desde billetes hasta listas de la compra, pasando por documentos de identidad, fotos de los niños o amuletos de la suerte… e incluso preservativos, en el caso de los más jóvenes y optimistas. Pero tiene gracia, porque no pocas personas hemos conservado la costumbre de ese billete de 500 pesetas y ahora llevamos uno de 5 euros para las urgencias. Y hasta en eso hay clases, porque yo, que llevo el papelito bastante arrebullado junto a la pluma o la hoja de turno que me encuentre por el campo, quedé enormemente sorprendida cuando estas fiestas, en el tradicional almuerzo que organizamos en la cuadrilla cada año, vi que una de mis amigas de toda la vida, muy fashion y muy mona ella desde siempre, y que lleva siglos fuera de aquí, llevaba su billetito perfectamente doblado y centrado en la carcasa del teléfono, que lucía una funda inmaculada, no como la mía, qué acumula todo el polvo del mundo y algo más.

Y por ello, pese a que en la actualidad ambas llevemos bolso y sigamos siendo completamente diferentes, en aquel momento me di cuenta de que distábamos bien poco de aquellas jovenzanas que, los sábados, se iban de pubs con el billete de cinco y el mechero metidos en la cajetilla del tabaco.

#SafeCreative Mina Cb

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