miércoles, 20 de septiembre de 2023


 

Querido Kule:

Confieso que esta madrugada, camino del trabajo, se me ha helado el corazón al no ver la pila de sillas ante la columna. Y es que, aunque lo tuyo se veía venir porque ya casi nada era lo que fue, el hecho de tropezarme cada día con las mesas apiladas era como la esperanza que ampara al moribundo y que abre una rendija a la resurrección. Y una leve insinuación de que tal vez, al volver a casa, el saludo de Ramón, tan educado, me aguardase sobre la mesa que sujeta la puerta. O que a la tarde se escuchara la guitarra de Jose, sentado con el cigarro colgando entre los labios y el rostro volcado sobre las cuerdas, ese toque preciso que te anuncia que seguro que es él. O que al retorno del paseo me esperase esa jarra helada contemplando a los vencejos. O de ver, al regreso del curro por la noche, a mis amigas en la calle con sus cañas y sumarme o no al grupo. Y desde luego de saber que aquel lugar estaba siempre abierto para mí, con su fauna particular, su excéntrica familia y un hilo musical que abarcaba desde Caetano Veloso hasta los Motorhëad, sin dejar fuera nada excepto el reguetón. Y tú, querido, con tu barba y tus cagaos y tus chalecos. Y el sombrero. Y esos abrazos en los que te podías refugiar de todos los males de la creación. Y ese ciscarte en todo lo barrido. Y el espíritu rebelde. Y tu empatía y tu entusiasmo y esa absoluta falta de prejuicios y tu cólera cuando alguien hacía a otro de menos.

Hemos reído, amigo. Más que otra cosa hemos reído. Y hemos llorado, que todo hay que decirlo. Y hemos bailado y hemos bebido y hemos discutido y por hacer, hasta hemos recitado a dúo. Y nos has mirado, sonriente, desde el otro lado de la barra, cayéndote la baba: Juani, Jose, Alejo, Ángel, Christian, cuántos más, a las tantas, a puerta cerrada y compartiendo el placer de que los genios tocasen para nosotros solo. Hemos vivido, créeme, en tu bar, momentos de los que no se olvidan. De esos que te acompañan y aparecen cuando, dicen, tu vida pasa ante tus ojos antes de partir. Y aunque hay quien podría pensar que es el alcohol yo lo desmiento. No ha sido eso y lo sabemos bien. Ha sido simplemente la suerte de encontrarnos, de coincidir, de compartir talento, espacio y tiempo en un lugar que aparentemente era como los otros. Han sido las noches en grupo, con una guitarra yendo de mano en mano, las improvisaciones y los cantos, los escarceos amorosos, los poemas mano a mano sobre la barra, a las tantas y escribiendo en el cartón de una caja de Puerto de Indias. Ha sido el azar que nos unió en el momento justo. Aunque también, todo hay que reconocerlo, ha sido ese lugar privilegiado de local de tres plantas y terraza a cubierto. Pero sobre todo, y eso no permitas que nadie te lo niegue, has sido tú, Miguel Ángel Martín Martín. Has sido tú quien ha hecho posible todo lo vivido. Y eres también tú quien, con tu acertada decisión, nos ha dejado un poco huérfanos. Tanto que ahora andamos todos desperdigados y sin acabar de dar con ese rincón en el que coincidir. Porque igual un día el local vuelve a abrir sus puertas, pero no será lo mismo.

No seremos los mismos.

Y sobre todo no estarás.

G R A C I A S

#SafeCreative Mina Cb

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