miércoles, 19 de marzo de 2025


 

Querido papá:

Ya sé que no voy casi nunca a verte y que no te vale la excusa de que aquello esté lejos porque sabes lo andarina que soy, que en eso salí a ti. Bueno, en eso y en los prontos. Y en el colesterol, que a falta de chalé en la playa no es tan mala herencia. Hay a quien le tocan cosas muchísimo peores. Porque hay que reconocer, papá, que dejando aparte el tema del colesterol lo de nuestra familia es una salud de hierro. Lo hablaba hace poco con mi hermana, tu otra hija.

Pues eso, que no voy porque no me gusta mucho verte allí. A veces, si lo hago, me siento en el suelo frente a tu lápida y tengo la sensación de hablar con la pared. Sin embargo, cuando voy caminando a cielo abierto y veo las flores y escucho el trino de los pájaros, entonces sí, entonces puedo verte con la misma nitidez con que te veía trastear entre los tablones y las herramientas. Y escucho tu voz en la lejana infancia enseñándome las métricas de los tirafondos y los tacos y llevándome de pinche de cortinera cuando en el barrio de Lourdes ni siquiera había asfalto.

Sin embargo, cuando más te recuerdo es por la noche, en el momento en que me acuesto y, arropada por las sábanas, invoco a tu presencia para espantar los miedos que todavía a veces se esconden en la oscuridad. Me coloco boca arriba, las manos sobre el vientre, y evoco una vez más tu amor y tu enseñanza. Y ese empeño tuyo en que aprendiera cosas para, lo que es la vida, con lo contrario que eras a lo de mis ideas feministas, dar en convertirme en lo que ahora llaman una mujer empoderada. Primero fueron las métricas de los tornillos, después el uso de las llaves, los aprietos, la lija o el taladro y luego esa advertencia tuya de “ojo, hija mía, que ya verás cómo un día te vienen buscando los políticos para aprovecharse de lo tuyo” cuando gané mis primeros premios literarios.

Sé que hay quien no supera la muerte de su padre. Soy consciente de que algunas personas se quedan enganchadas en un bucle temporal que les impide seguir hacia adelante. Pero yo te despedí con la conciencia de haberte dicho, pocas horas antes de tu partida, todo lo que te amaba y agradecía tus enseñanzas y tu amor. Y a partir de tu adiós lo que me quedó fue un infinito sentimiento de calma y gratitud. No por ser, o haber sido (que siempre estuve muy lejos de ello) la hija que soñaste sino por haberme convertido con el paso de los años en la persona de la que, me consta, aunque nunca tuviste el coraje de decírmelo, te llegaste a sentir tan orgulloso

Hoy es diecinueve, papá. Y aunque no estés yo voy a celebrar que soy tu hija

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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