martes, 6 de junio de 2023


 

EXCEDENTES

Cada día despertaba con un torrente de amor pegado al pecho. Derramaba unas gotas sobre el tazón del desayuno y después, a lo largo de la jornada, se iba desprendiendo de pequeñas cantidades en diferentes momentos, por ejemplo cuando llegaba al trabajo y saludaba a sus compañeros con mayor calidez de la habitual. O si se enfrentaba con situaciones complicadas en las que en otro momento habría perdido los nervios. O si acaso veía a un gatito en un portal. O incluso cuando pasaba por delante de un jardín y se desprendía de unos átomos de amor en el acto de mirar y oler las flores. O incluso al cruzarse con desconocidos cuya cara le gustaba y a quienes regalaba una sonrisa o un saludo.

Claro que esto no era suficiente y a la mañana siguiente el torrente de amor seguía allí. O sea no lo había consumido todo y eso era un problema. Porque, así como en etapas anteriores había compartido su vida con un hombre, ahora no era así, y se sentía incapaz de gestionar esos excedentes de cariño que se iban poco a poco convirtiendo en un problema. De modo que empezó a tomar medidas drásticas tales como verter unas gotitas en el inodoro cuando hacía pis, o dejar caer un chorro al fregar los cacharros o mientras se duchaba y luego ver cómo el desagüe lo convertía en un espumoso torbellino. O poner un poco en la sartén al hacer la tortilla de patata, que de pronto le empezó a quedar riquísima. O dejar caer disimuladamente un poquitito en los vasos de sus amigas si quedaban para salir de cañas. Y, ya puestos, depositó una pequeña cantidad en el interior de sus zapatillas de correr y desperdigó no poco por su apartamento, insistiendo sobre todo en los espejos,
que tendían a ser muy reticentes en las cosas del querer. Hasta que un día, de repente, porque las cosas del corazón se arreglan cuando una deja de pensar en que están rotas, se sorprendió al descubrir que ya le pasaba con el amor como con la comida; esto es, que a fuerza de equivocarse en la dosis había conseguido aprovisionarse de la cantidad perfecta. O sea que ya no amanecía con esa exagerada carga que tanto le había ido combando las espaldas. Y ya no necesitó echarlo al inodoro ni a la ducha. Aunque eso sí, se lo sigue poniendo a la tortilla de patatas.

Y a los vasos de sus amigas cuando se van de cañas.

#‎SafeCreative‬ Mina Cb

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