DE DOCE DE ENERO A OCHO DE MARZO
Hoy es doce de enero. Escribo este texto cuando la memoria de Sara está aún fresca. La hallaron muerta el lunes y hoy es miércoles. La misma tarde en que la encontraron, poco antes del suceso, yo enviaba dos audios a un par de personas de mi entorno. La mañana anterior me había abordado, camino de casa, un fulano de dudosa catadura que me dijo que cada día paso delante de su huerto cuando salgo a caminar. Me lo dijo varias veces. Eso, que era muy guapa y otras cosas que no llegué a entender. El tío iba de speed hasta la bola. De speed o de algo parecido. Entonces no me preocupó pero al día siguiente pensé que si un día me lo tropezaba por el campo algo más puesto igual podía pasar de las palabras a los hechos. Y por eso puse en guardia a esas personas. Es lo que tiene ser mujer, que el riesgo va en el género, cosa que comprobé al llegar a casa y enterarme de lo de esa pobre chica.
Ayer, once, cuando ya se había confirmado la naturaleza del crimen, fui a la concentración de la Plaza. No era algo oficial, sino que partía de una convocatoria de asociaciones feministas y yo soy feminista. O al menos eso creo. Y digo esto porque ayer no me sentí representada. Y porque no me gustaría que si a mí me llegase a suceder lo mismo (creo que en el párrafo anterior lo he dejado bien claro) ciertos sectores del feminismo reaccionaran de ese modo. No quisiera que, tras exponer lo que me había pasado, se lanzasen soflamas contra el patriarcado y se gritasen consignas en mi nombre. A mí me gustaría que se respetase mi memoria, que no se culpase a colectivo alguno y que se leyera poesía. Y que las propias mujeres hicieran una reflexión acerca de qué responsabilidad, que desde luego es mucha, tiene el patriarcado, y cuánta la educación y el modelo que estamos dando a nuestras hijas.
Por si no lo sabéis, yo trabajo en un supermercado. Cada año, para Navidades, recibimos una serie de artículos de lo que se llama “línea de cajas”. Son esos objetos de bajo precio que la cajera tiene en el mueble para ofrecer a los clientes, que compran por impulso, y que no en pocas ocasiones consisten en kits “de belleza” para niñas: perfumes, estuches de manicura, paletas de maquillaje…
Pues bien. Normalmente se vende casi todo.
Y eso es la prueba de que algo estamos haciendo mal. Porque tanto el modelo de conducta como los hábitos a los que empujamos a las niñas siguen teniendo más que ver con la seducción que con el “empoderamiento” (odio con toda mi alma esa palabra) Y mientras no se nos meta en la cabeza que a las niñas hay que educarlas en la autoestima y en la independencia, seguirán colgándose del primer canalla que les sonría y les prometa amor eterno, y le permitirán que las trate como a un trapo con tal de no perderlo. No importa que tengan acceso a la formación o a la cultura. El poseer estudios superiores poco tiene que ver con el amor propio. Y siguen siendo muchas las mujeres que, tras establecer una relación de pareja, arrinconan sus ocupaciones laborales o sus aficiones para centrarse en la atención la familia, empezando por los hijos y acabando por los abuelos. Y si una niña ve eso en casa, si ve que es la madre la que renuncia a todo, le va a parecer lo más lógico y va a crecer con la convicción de que la labor de la mujer es el servicio. Y la pescadilla nunca sacará la cola de la boca. Y sí que el patriarcado, y las leyes, y la publicidad, y hasta la música, tienen una gran parte de culpa de que las cosas cambien tan despacio, pero el hecho de despojar a las niñas de esa dependencia emocional de los varones no es cosa de las leyes ni de los colegios. Es cosa de que en casa se las enseñe a ser valientes más que a ser bonitas. Y luego sí, meterle mano a todo lo demás y ser pacientes. Porque ni nostras, ni nuestras hijas, ni nuestras nietas van a conocer el cambio. Y a la vez que esto avanza, darles tiempo a los hombres, que los pobres van a rastras, incapaces de seguirnos la marcha de tan rápido como hemos avanzado en pocas décadas. Ellos nos son responsables de recibir la educación que se les da, y a veces ni siquiera son conscientes de que sus comportamientos son machistas porque es lo que han mamado y les parece normal. Y también tienen que ir cambiando la visión. Y desde luego que les será más fácil si les echamos una mano.
Porque esta situación sólo la cambiamos entre tod@s.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
martes, 8 de marzo de 2022
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Tienes razón habrá que ayudarles pero a veces dan ganas de ayudarles a puñetazos, jaja, cuando te sueltan eso de "En Ucrania están obligando a los hombres a luchar en la guerra. ¿dónde están las feministas ahora?" Pues digo yo que las feministas están ahí donde estuvieron los hombres cuando las mujeres luchaban por su derecho al voto, a la independencia etc... Es que hay que oír cada estupidez...
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