viernes, 31 de octubre de 2014



CUANDO TODO SE CERRABA

Todas las vidas guardan en la memoria de su juventud aquél lugar que aún permanecía abierto cuando todo se cerraba. Aquél lugar en donde convergían, etílicos y cansados, los más impenitentes noctámbulos de la ciudad. Aquél lugar en el que, ya rayando el alba, se podían ver caras de lo más diverso. Aquél lugar donde las chupas negras y los foulards tecnos se mezclaban, fraternales y eclécticos, tiñendo de color la negrura de la noche. Aquél lugar en el que convivían pijos y macarras. Aquél lugar que algunos no pisaban, por miedo a arruinar su reputación de perdedores y malditos, si no era puestos de todo hasta las cejas.

La Tutú era uno de esos lugares. O más bien el lugar. Porque sus giradiscos seguían funcionando incluso después de que las puertas de Cocorico se cerraran. E incluso después de que el Parrys, ese emblemático local moderno y vanguardista, mandase a paseo a los últimos clientes que se quedaban dentro hasta las tantas, vaciando vasos y entregados a quién sabe qué otros vicios. Y hasta después de que los más tenebrosos tugurios del tubo desconectasen a los chicos de Iron Maiden y pusieran en la calle a su parroquia oscura y cervecera, momento en que no les quedaba más remedio que enfilar carretera Zaragoza adelante para ver si había suerte y el discobar había iniciado ya la recta final de la sesión, momento en el que te dejaban entrar por la cara, sabedores de que, a esas horas, con todo cerrado y en las condiciones que iba el personal, poco le importaba a la clientela que le metieran un sablazo de juzgado de guardia por un par de gintónics.

Y así se juntaba allí lo mejor de cada casa: camareros que salían de currar, chavales jóvenes que acababan de dejar a la novia en casa, parejas clandestinas que se escapaban desde pueblos cercanos pensando que aquí no los conocería nadie, modernos con ganas de dejarse ver, casanovas frustrados en busca de una presa a la desesperada, niñas bien con el rímel despintado y unas borracheras de cosacos, punkis perdidos que habían entrado pensando que aquello era otra cosa… En fin; toda una fauna deambulando por el suelo de madera, dormitando en los bancos, besuqueándose en los sillones, discutiendo en la barra, bailando como posesos en mitad de la pista semivacía…

Apurando las horas, en resumen, hasta que el incómodo destello de las luces que iluminaban la sala descubriendo semblantes demacrados y ese absurdo silencio salpicado de voces roncas que se apoderaba del local cuando la música cesaba, nos anunciaban que la fiesta se había terminado. Y era entonces cuando todos salíamos en fila, como la santa compaña, ojerosos y pálidos, rumbo al acogedor y cálido refugio de las sábanas planchadas por mamá.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Taxipaul Paúl Corella (Grupo Fototuitribera)

jueves, 30 de octubre de 2014



CITAS

Se conocieron en el colegio y ya en el instituto empezaron a salir juntos. Salir juntos quiere decir que fueron al cine y comieron palomitas abrazados o que se escaparon en el coche de un amigo un fin de semana a Salamanca después de soltarle a la familia una trola que seguramente nadie se creyó. Se les llenaron de amor el espíritu y el cuerpo y no pudieron esperarse más. Y se casaron jóvenes, e hicieron una fiesta a la que invitaron a todos sus amigos, que acabaron borrachos como cubas despidiéndolos en la estación con el “Adiós con el corazón” mientras un diluvio agosteño los calaba a todos como sopas.
A ella le gustaba ir al campo con su cámara y su cuaderno de notas, una especie de Félix Rodríguez de la Fuente con melenas, y más tarde, y si esto era posible, exponer sus trabajos en los centros culturales. Tan bien lo hacía que se acabó interesando por ella una revista de aventura y el director le hizo una interesante oferta de trabajo. Él estaba delante cuando llegó la carta (hace mucho tiempo de esto, ya os digo, y no había Internet) y le pidió que aceptara. A partir de entonces empezó un ir y venir de avienes y llamadas telefónicas y un verse a cuentagotas que acabó el día en que él le dijo que se había enamorado de otra. Y ella lo entendió.

Se encuentran cuando pueden, cada vez que ella, ahora una reportera de renombre, recala en la cuidad. Se dan cita en un café. Él llega puntual. Ella aparece más tarde, acelerada y sonriente, pide dos cervezas y descarga sobre la mesa el cuaderno de notas y la vieja Zenit que él hizo traer a un amigo desde Rusia para regalársela, hacía muchos, muchos años, y de la que ella jamás ha querido desprenderse. Y durante unas horas discuten acerca de lo divino y de lo humano hasta que el taxi llega a recogerla y los dos se funden en un abrazo intenso y franco. Un abrazo de hermanos. Un abrazo vacío de nostalgia o de tristeza.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de J Miguel Jimenez Arcos

miércoles, 29 de octubre de 2014



EL BESO

La reconoció al instante pese a no haberla visto más que en una foto que alguien le tomó durante una fiesta a la que acudió con él después de la catástrofe. Se preguntó qué diablos se le habría perdido aquí, tan lejos de su ciudad. Y se dijo que era una coincidencia enorme que, de todos los lugares por los que podía pasearse, hubiera elegido su barrio precisamente.
Se acercó sin dudarlo. La miró largamente, inquisitiva, mientras la otra se reía y hacía comentarios al oído de la amiga que la acompañaba. La persiguió durante un rato, adelantando el paso y encarándose con ella, formulándole todas las preguntas que él nunca había querido responderle y sin obtener más repuesta que un puñado de sardónicas sonrisas. Finalmente, y ya próxima la hora de entrada al trabajo, se plantó ante ella, la cogió por los hombros y apuntó:
“¿Conocías mi existencia?”
Hubo de repetírselo tres veces antes de que la otra, altiva e insultante, respondiera: “Sí”.
Fue entonces cuando se dispuso a dejarla marchar, no sin antes desearle buena suerte y estamparle dos besos, uno en cada mejilla, momento en que la otra la tomó por el mentón con ambas manos, y aproximando su boca hasta la de ella, depositó en la misma un tibio y húmedo beso al que respondió en principio con desgana, pero que poco a poco la fue atrapando en el recuerdo de esa otra boca que hasta hace pocos meses había sido suya.
La desconocida se apartó de súbito y estalló en carcajadas, diciéndole que se notaba que habían pasado juntos media vida puesto que besaba igual que él. Y a continuación se fue, riéndose con ganas (alegre y chispeante, era así como él se la había descrito) mientras el zumbante timbre del despertador se introducía en su cerebro, plomizo e insistente.

Aún estaba excitada, comprobó. Excitada y triste al mismo tiempo.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 28 de octubre de 2014



¿POR QUÉ?

A veces me rebelo,
alzo los ojos hacia el firmamento, inmenso y silencioso,
y pregunto, en silencio:
¿Por qué…?
¿Por qué nosotros
y no aquéllos que tanto lo merecen?
¿Por qué nosotros
y no los egoístas, los tiranos, los maltratadores?
¿Por qué nosotros
y no toda esa chusma malnacida?

A veces me desbordan
el dolor y el hartazgo de toda esta injusticia,
de este reparto al tuntún y sin sentido,
de dolores, de plagas, de cabezas de turco…
de curvas asesinas,
de infecciones letales,
de gatillos, de angustias,
de “ya no puedo más”.

A veces me cabreo,
golpeo las paredes,
y salgo al campo y grito:
grito como una loca… como una poseída,
y vago por las calles por la noche,
sola y perdida,
sombra sin un rumbo…
huyendo del insomnio y del vacío espacio de los sueños…
Y me siento en un banco,
las grises piedras de los viejos muros
que miro ya sin ver… ojos vidriosos…
lágrimas negras, luto en el cerebro.
Y la puta pregunta que resuena insistente,
metálica e hiriente hasta la náusea,
una vez y otra vez… eco infinito…

¿Por qué…? ¿Por qué…?
…¿Por qué?

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 27 de octubre de 2014



FUNAMBULISMO

Me ha llamado la atención el verla ahí, desubicada y solitaria, bailando sola a merced de las corrientes que levanta el río que discurre no muy lejos, suspendida, colgada del paisaje, majestuosa y ridícula, quién sabe, feliz analfabeta de las leyes físicas, meciéndose, ingrávida y ligera, columpiándose en el hilo transparente que alguna araña dejó caer sobre el vacío y del que ella se quedó prendida, salvándose así, y seguro, sin buscarlo, del húmedo y pegajoso anonimato al que estaba destinada, de ese formar parte del montón de hojas secas que los coches arrastran a su paso y que acaban, cenicientas y sucias, embarrándolo todo al descomponerse y empaparse de rocío.
Me ha costado un buen rato conseguir la imagen y he maldecido, una vez más, el no haber invertido algo más de dinero en el teléfono, de modo que la cámara fuera más precisa y pudiese captar el milagroso movimiento giratorio. No he querido tampoco hacer trampas, esto es, sujetar el hilo con una mano mientras que con la otra accionaba el disparador. Me ha dado miedo romperlo, destrozar la magia con mi vanidad y hacer, (¿quién soy yo para decidir los destinos de los otros?) que la seda se quebrara y la hojita se convirtiera en un elemento más de ese tapiz amarillento que alfombra el gris camino.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 26 de octubre de 2014



TARDE DE DOMINGO

Me gusta esa tediosa anarquía de las tardes de domingo. Ese tirarse en el sofá y dormitar todo el tiempo, como si nada existiera, entreviendo por las rendijas de los ojos somnolientos el polvo que se va acumulando sobre la pantalla del televisor encendido. Me gusta la siesta interminable e indigesta, esa resaca de paella y tinto de verano que nos clava al canapé y que nos hace dormir como si estuviéramos poseídos por la fiebre: ese querer despertarse y que el cerebro continúe en el mundo de los sueños, ese medio recuperar la consciencia y no saber muy bien si estamos en el dormitorio, en la sala o en el camarote de los hermanos Marx, ese sentirnos como muertos, como drogados, el cerebro compacto y los párpados plomizos, ese importarnos una mierda el lunes, el martes, el miércoles y el jueves, ese no saber muy bien cómo hacer para echar un pie al suelo, ponernos a dos patas e ir a buscar una cocacola a la nevera, ese no pensar en cenas, en comidas o en qué vamos a regalarle a la familia en navidad, ese dejarse hacer por unas horas, ese perder el tiempo miserablemente y sin remordimientos, ese llegar a la noche con la pecaminosa y placentera sensación de no haber hecho nada de provecho mientras nos juramos, eso sí, sin mucha convicción y mientras damos la vuelta a la tortilla de la cena, que para el próximo domingo debemos programar una salida al campo, una tarde en el cine, un café con amigas…
En fin. Algo.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: “La siesta”- Antonio Berni

sábado, 25 de octubre de 2014



DE TARDE EN TARDE

Aún me asalta tu ayer por los rincones…
pertinaz, sorpresivo, traicionero,
parásito irritante, infumigable
mosquito zumbador y tocahuevos.

Aún me amohíno a veces… sólo a veces…
Tres veces anteayer, dos ayer… creo…
y hoy esta vez tan sólo, y como es tarde,
la pasaré por alto y diré cero.

Aún me acerco, confieso, por tu puerta
por ver si sin querer verte te veo,
aunque sé que si ves que voy a verte
no has de salir porque me tienes miedo.

Aún me cabrea (¡rayos y centellas!)
que te pasees por mis pensamientos,
aunque lo hagas, cobarde y de puntillas,
de tarde en tarde y con el culo prieto.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Mónica Carretero Ilustradora

viernes, 24 de octubre de 2014



EXCLUSIVO

Me sentí atraída por él desde el mismo instante en que le vi. Ese aire entre ingenuo y picarón que tanto le encaja a mi carácter, esas formas sencillas y discretas, y sobre todo sus hechuras, sus medidas, complementarias a las mías. Y pensé que estaba hecho para mí.
Claro que no me atreví a abordarlo de inmediato. Pasaba un día, y otro, y otro más, y lo miraba hipnotizada, mi cuerpo hac...ia adelante y mi cabeza girada hacia él, sin importarme un pito que la gente se diera cuenta de lo nuestro.

Hasta que un día, al fin, di media vuelta y me acerqué. Y era, en efecto, como yo lo había imaginado. Perfecto pata mi.
Así que me lo llevé a mi casa y allí lo tuve unos días, lejos de las miradas de todo el mundo. Pero tanto me gustaba que no me atreví a dejarlo solo, y me lo llevé conmigo a un viaje a Londres que una amiga y yo habíamos planeado hacía meses. No quise decirle nada. Y ojalá lo hubiera hecho, porque cuando al fin llegamos al destino y yo entré al baño de la habitación para darme una ducha, a la salida me esperaba una sorpresa de lo más desagradable. Y es que, tendido sobre la cama, laxo, boca arriba, los brazos extendidos, él descansaba bajo la entusiasta mirada de ella, que pasaba los dedos suavemente sobre sus hombros oscuros, como alisándolos.

“¡No puedo creerlo!”- le dije, mirándola a los ojos. “La dependienta de la tienda me juró que era exclusivo”

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 23 de octubre de 2014



MUJER

No quiero ser neurona, que estoy harta.
No quiero ser colega de noches de desmadre.
No quiero que me cuentes tus problemas.

No quiero que me digas:
“Cómo molas…”
No quiero que nos den las ocho y media,
borrachos como cubas,
en una churrería,
contemplando, entre risas, a los pobres
gilipollas que van a trabajar…

No quiero ser tu amiga… ¡Qué demonios!
Me cabrea, me indigna, me revuelve las tripas
tu patético instinto fraternal.
Ya no quiero más padres, más hermanos,
más vecinos,
más amigos, colegas, compañeros,
cómplices, compinches,
colaboradores….

¡Estoy hasta la epiglotis de eso!

Quiero que me desnudes con los ojos,
que tengas que esconderte en un rincón
para que nadie aprecie
que estás, como se dice,
encantado de verme, y que tu avieso,
traicionero instrumento
también se congratula.

Quiero que me atiborres de bombones,
que me enflorezcas hasta producirme
reacciones alérgicas tan fuertes
y tan incontrolables
que me lleven derecha hasta la UCI,
la ambulancia atronando todo el barrio
“¡nninoooniiinoooniiinooo!”…

Quiero que me sorprendas,
que llegues una tarde, o una mañana incluso
(no por la noche… ¡odio lo previsible!)
y me arrincones,
y me beses con fuerza, sin aviso ninguno,
si premeditación, pero eso sí,
por favor te lo pido,
con gran alevosía...

Quiero que me restriegues contra el muro,
que me llenes el cuerpo de arañazos,
que me tomes en pie…
sin desvestirme,
rompiéndomelo todo.
Sin ningún miramiento y sin mirarme…
deseándome y punto:

Yo mujer y tú hombre.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 22 de octubre de 2014




EL ADIÓS

Se giró despacio y un tanto cabizbajo. Había sido un día hermoso de cielo azul y nubes dulces y deshilachadas. Una jornada perfecta, de fragantes gotas de rocío y tibia amanecida, que se había ido deslizando perezosamente hasta el tedioso y tórrido mediodía mesetario, espeso y embriagador como un dorado néctar que derramó sus gotas amarillas sobre el campo sembrado de trigales y que se fue escapando, lento y perezoso, en pos de las frescas y arreboladas sombras del crepúsculo.

Se giró, repito, antes de replegar sus pétalos para lanzar un último beso al sol, que partió, como cada tarde, disoluto e infiel, en busca de otras flores…

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Lumina Terris

martes, 21 de octubre de 2014



AEROPUERTOS
No es cierto que los aeropuertos sean fríos. De hecho, yo puedo pasar horas muertas deambulando por sus corredores, el equipaje rodando tras de mí, girando la cabeza hacia los cafés, los autoservicios, las tiendas de souvenirs, las pantallas luminosas, las cintas giratorias repletas de maletas…
Y es que de los aeropuertos me gusta todo: desde esas impersonales y horrorosas dársenas que acogen al viajero cuando desciende del coche o el bus hasta las antipáticas puertas de acceso a la aeronave, donde señoritas uniformadas y marciales te despiden con una sonrisa, tal vez para que te lleves un recuerdo agradable al otro mundo si el pajarito decide averiarse en pleno vuelo.
Pero lo que más me gusta es sentarme y observar: ver esos pequeños grupos que se forman alrededor de las tomas de corriente, a la caza de un lugar donde poder cargar el móvil, sentados en el suelo, el cable arrastrando y los pulgares dale que te pego al messenger y al watsapp, mudos y encerrados en su mundo, del que sólo salen de vez en cuando para echar una ojeada a la pantalla de llegadas.
Y me gustan también los extranjeros, que son tan parecidos y tan diferentes entre ellos, de tal forma que cuando uno lleva ya unos cuantos vuelos en el cuerpo puede llegar a adivinar su procedencia sin conocer el idioma en que se comunican. Están, por ejemplo, los flemáticos ingleses, a menudo jubilados de pelo cano y aire un tanto ridículo, con sus paraguas en pleno mes de agosto y esa pinta de acabar de salir de tomar el té con la reina en uno de los salones de Buckingham Palace. O los franceses, tan narigudos y discretos, que no levantan la voz ni para llamar al compañero que va a perder el vuelo por entretenerse delante de un escaparate. O los italianos, esa pintoresca mezcla de tenores y tenorios que alborotan las salas con sus risas y le tiran los tejos a todo lo que lleve bragas. O los eslavos, ellos cuadrados como armarios y con pinta de mercenarios en el paro y ellas tan pálidas y tan angelicales. O los nórdicos, altos y silenciosos como espíritus de la Santa Compaña. O los portugueses, morenos, cejijuntos y un tanto melancólicos con su acento cantarín. Y los americanos, los del Norte digo, ostentosos y gritones. Y los japoneses, cargados hasta las trancas, con un millar de ingenios electrónicos colgando y amontonándose en las colas, todos bien juntitos, como si el aeropuerto fuera una isla y corriesen el riesgo de caer al mar si sacan los pies de la baldosa…
Un mundo de mundos, en fin: un espejo de realidades y de pluralidad. Un caleidoscopio donde los colores y las formas van y vienen, veloces y rodantes, mientras el estruendo de los motores nos va alejando, cada cual a su nido, de todos esos rostros diferentes, de todas esas vidas que tan poco nos importan, de todos esos hombres y mujeres con los que, probablemente, jamás nos volveremos a cruzar…

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 20 de octubre de 2014



ÉBOLA

Las palabras esdrújulas siempre impresionan un poco por su sonoridad. Pero si además van ligadas a la muerte resultan aún más impactantes.

No es un concepto nuevo. Ni una enfermedad que se acabe de descubrir. Ni una plaga bíblica que vaya a cebarse con los viciosos solamente. No. Es una siniestra lotería que a cualquiera puede tocarle. Claro que, como hasta la fecha sólo se había dado en África, las industrias farmacéuticas no habían reparado en ella. Es ahora que el virus ha decidido salir del continente negro cuando a todo el mundo le corre prisa encontrar un tratamiento. O mejor aún una vacuna. De momento, y hasta que la panacea llegue, no nos queda más que protegernos con estos trajes de astronauta que nos sirven para mantener a raya al virus… siempre y cuando esté localizado. Y siempre que uno siga escrupulosamente el protocolo y no se le ocurra, como a la pobre Teresa, tocarse la piel con los mismos guantes que hayan tenido contacto con el infectado.

Claro que Teresa ha tenido suerte. La enfermedad ha sido justa y le ha perdonado la vida. Ya me gustaría a mí que fuera igual con todo el mundo. Ya me gustaría a mi que este virus esdrújulo y letal respetase las vidas de los inocentes, y se cebase sólo con los poderosos, con los déspotas y los canallas, o con todos aquellos que, sabedores de su virulencia y de su peligrosidad, llevan años mirando hacia otro lado, dedicando sus presupuestos a expediciones espaciales, a investigaciones sobre tratamientos antiarrugas o a acciones bélicas sobre territorios civiles. Pero no. La enfermedad seguirá diezmando a los más desfavorecidos por la geografía y la fortuna mientras que el resto rezamos para librarnos de que nos toque. Y aún así, seguiremos teniendo más suerte que este pobre niño de la foto, que aunque supere la dura prueba del Ébola, continuará enclaustrado tras los gruesos barrotes de la injusta e incurable enfermedad de la pobreza.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 18 de octubre de 2014





EL GRIS

Se escapa el gris…
lo he visto esta mañana:
se escurría, patético y cobarde
por entre las rendijas de la puerta sin burletes.
No he querido hacer ruido,
para qué detener su demorada,
su previsible huida…
Esa torpe carrera sigilosa,
nocturna y solitaria…
Ese quitarse de en medio dejando tras de si
un rastro de dolor y de amargura,
un mar de lágrimas,
un reguero de angustia y soledades,
la horrenda cicatriz de mil insomnios,
de un centenar de cientos de alaridos,
de un alma sumergida en la penumbra…

Días enteros de apretar los puños,
de sentir la punzada de las uñas
clavándose en la carne…
Semanas de cerebro a la deriva,
visión de túnel,
vida en tiempo muerto…
Meses de no pensar… hojas en blanco…
Páginas amarillas,
añejos pergaminos desteñidos:
absurdas escrituras...
Nada.
Nada…

Tiempos de caminar sobre un alambre.
Tiempos de gravitar sobre el vacío.
Tiempos de vegetar.
Supervivencia….

…Se escapa al fin el gris:
¡Huyó el maldito!

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Cathy Delanssay

viernes, 17 de octubre de 2014



ESTO NO ES CASA BUTINI

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla: mi infancia son los olores a almidón y “Flor de Blasón” de almacenes Sagasti, a bacalao de la tienda de ultramarinos de Elías Rubio, a pienso de la pajarería del Siglo, a claveles frescos del Jardín de la Rosa, a tinturas de La Moderna, a sal de los bozos de pipas de la Chacha, a pan caliente del obrador del Horno de la Higuera, a los clavos de la ferretería de Alfonso, a las colas y barnices de muebles Yera… Y a la particular mezcolanza que se apoderaba de la pituitaria al traspasar el umbral de Casa Butini, ese rancio almacén en donde mi madre compraba la lejía, los betunes y las bolas de alcanfort para guardar los abrigos en verano.

Casa Butini era un comercio antiguo y viejo, imponente y profundo, de grandes puertas, largo mostrador, techos altos de los que colgaban carteles que se mecían como arañas suspendidas de sus hilos y temblorosos suelos de crujiente madera sin barnizar por entre cuyas grietas se podía adivinar un subsuelo tenebroso; uno de esos antros sombríos y un tanto terroríficos que regentaban dos señoras mayores, una morena y una rubia. A mí, la verdad, me caía mejor la rubia, que me ponía buena cara incluso cuando iba sola, mientras que la morena era simpática únicamente cuando mi madre me acompañaba. Allí comprábamos aguarrás y amoníaco, y fregonas con mangos de madera, y bolsitas de cera Alex, y estropajos Ajax, que combinados con los polvos Vim eran lo único capaz de arrastrar el hollín del culo de las cazuelas sin rayarlas, y los primeros frascos de Tenn con bioalcohol, y cubos de Colón de los cilíndricos, y veneno contra las hormigas que invadían la cocina, y polvos para evitar que se pudrieran las patatas que traíamos del huerto, y aerosoles y paletas matamoscas, y cubos de fregar, y badiles con que echar el carbón a la cocina, y espuma de limpiar las tapicerías, y azulete que esclarecía la ropa blanca, y sosa cáustica para desatascar las tuberías, y papel del Elefante, y escamas de Bilore, y jabón de Lagarto, y escobas de mijo para barrer la terraza, y hasta azufre con que evitar que los perros se mearan delante de la puerta….

En fin, que era tal el surtido de que el establecimiento disponía que llegó un momento en que casa Butini traspasó los límites de lo comercial para incorporase a algo tan cotidiano como el lenguaje costumbrista, de tal forma que cuando, por ejemplo, yo le decía a mi madre que para mi cumpleaños quería una Nancy, el Cinexín, un vestido de princesa, un flotador, unos patines, una caja de rotuladores Carioca y el maletín de manicura de la Señorita Pepis, mi madre me miraba horrorizada y exclamaba:
“Te compraré la Nancy y vas que chutas… Que esto no es Casa Butini”

Y con eso estaba todo dicho.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Jesús Jesus Marquina Arellano

jueves, 16 de octubre de 2014



LA VUELTA

Amanece. Se apagan las luces que alumbran las calles…
Y la vida va.

 Se ilumina despacio la estancia vacía y sin voces…
Y la vida va.

Se acicala mi gato… Bendita inocencia felina…
Y la vida va.

El café se destila, fragante, e inunda el espacio…
Y la vida va.

Se resisten las botas a entrar… se me enganchan las medias…
Y la vida va.

Se instaló una vez más la rutina, el reloj me persigue…
Es duro empezar.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Mónica Carretero Ilustradora

miércoles, 15 de octubre de 2014






VOLAR

De niña, la mayoría de mis amiguitas querían ser azafatas de vuelo, cosa nada fácil para mí puesto que para ello era necesario ser alta y guapa y saber inglés, y yo era pequeñita y lo único que mi señorita de párvulos me había enseñado eran los números del uno al diez en francés. Y sobre todo porque me daban mucho miedo los aviones, que amenazaban con quedarse sin gasolina en cualquier momento y caer de golpe, chof, en vertical, sobre la tierra, haciendo un agujero enorme por el que lo mismo se podía llegar al otro lado del planeta y aún seguir hacia abajo y perderse en el antípoda infinito.
Pero, lo que son las cosas, yo también acabé, con el tiempo, subiendo en uno. Pese a esa angustia de la víspera, en que haces examen de conciencia y te despides de todos los que quieres como si en vez de a Mallorca en un Boeing te fueras a la Luna en un cohete de papel albal. Y sentí ese temblor de las piernas cuando traspasas el umbral del aeropuerto, superas los controles, te encaminas hacia las pistas y ves de cerca ese enorme y amedrentador pájaro metálico de grandes alas en cuyo vientre te introduces, temeroso y excitado a un tiempo, soñando con el destino anhelado a la par que temiendo un inminente y trágico final. Y el hormigueo que se produce en el estómago cuando la nave recula levemente y todos los carritos parecen moverse al mismo tiempo, y el avión se para unos instantes y enfila la pista, veloz y poderoso, y el habitáculo se inclina hacia arriba mientras las carretillas se van empequeñeciendo hasta desaparecer, y una esponjosa cortina de nubes envuelve al aparato, que sigue elevándose y elevándose hasta sobrepasar la nebulosa y encontrarse con el firmamento azul y soleado, y ese inmaculado colchón granuloso sobre el que el vehículo se desliza, como movido por hilos sustentados desde arriba, y nos hace sentirnos todo y nada al mismo tiempo. Y es que en ningún otro momento está el espíritu tan cerca del edén y de la gloria, ni es tan azul el cielo ni tan brillante el sol, ni tan ostensiblemente curva la línea que separa el infinito del húmedo colchón algodonoso.
Pero nada es eterno y al fin, más tarde o más temprano, el motorizado pájaro se inclina hacia adelante, y la cortina aparece nuevamente, mostrando entre sus hilos blanquecinos los primeros esbozos del paisaje: lagos y cordilleras que se van acercando al tiempo que la nave efectúa leves giros y las alas parecen ir a arrancar de cuajo los tejados de las casas aún lejanas. Y al fin reaparecen las carretillas, y las altísimas torres de transmisiones, y los operarios con sus chalecos reflectantes, y un estruendo vibrante nos indica que las ruedas han tocado pista, y el aparato se desplaza bamboleante y torpe, ave inexperta sobre tierra firme, hasta que al fin se detiene por completo y un suspiro de alivio se desata, como una brisa fresca y renovadora, dentro de las entrañas del enorme pájaro.

#SafeCreative Mina Cb

martes, 14 de octubre de 2014



TIEMPO DE OCRES

Se secarán las hojas,
desvestirán, osadas, al verde de los campos
y marcará el reloj el tiempo impenitente.

Escapará el otoño
derramando, lloroso, sus gotas susurrantes
sobre el vacío cáliz de las marchitas flores.

Se acercará el invierno
diluyendo, intrigante, la luz del mediodía.
con sus pálidas nieblas que todo lo emborronan.

Se escurrirán los días:
olvidaré, seguro, tu voz y hasta tus rasgos…
… Y serás un suspiro flotando en la distancia.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de The Doll And The Pea

viernes, 3 de octubre de 2014


LAS PALOMITAS

Los inviernos de mi infancia eran crudos, largos y ventosos, desprovistos de calefacción y plagados de costras rugosas en las rodillas desnudas que nunca llegaban a cubrir ni los gruesos y boludos calcetines de lana ni aquellas evanescentes falditas escocesas que llevaban la tabla central sujeta con un imperdible.
Eran, pues, gélidas estaciones interminables y austeras, sólo animadas por la dulce presencia de la Navidad, siempre seguida del aburridísimo y anodino mes de Enero, que nos dejaba con aquél regusto amargo de no poder disfrutar de los juguetes de los reyes, porque justo después de la fiesta había que volver al cole y cuando regresábamos a casa al atardecer del día siete, mamá había guardado en el altillo los regalos que habíamos estado esperando durante meses.
A mí del invierno no me gustaba mas que la cocina de carbón, donde asábamos champiñones y castañas y donde se celebraba uno de los ritos más misteriosos a los que un niño podía asistir: el de saltar palomitas, que era una cosa estupenda.
Primero había que soltarlas de la mazorca y echarlas en un bol, donde las aventábamos para quitarles los restos de polvo y cáscara que podían quedarles, y luego llegaba lo mejor, que era poner la sartén al fuego, verter unas gotas de aceite, dejarlo calentar y añadir los granos de maíz rápidamente, colocando a continuación una tapadera que había que sujetar para que no saliera despedida en cuanto las rosetas empezasen a abrirse, estallando en un concierto de “pop-pop” que se iniciaba tímidamente para ir acelerándose in crescendo, una ruidosa y juguetona vibración que hacía retumbar el metal de la tapadera. A veces, lo confieso, no pude evitar, cuando los adultos no me vigilaban, levantar un poco la tapa, manteniendo el cuerpo inclinado hacia atrás, temerosa de que alguna palomita saliera volando, me diera en el ojo y me lo quemase, desgraciándome para siempre, y mirar cómo el maíz saltaba, abriéndose como una rosa blanca, y golpeaba con furia el interior de la tapadera. Era imprescindible remover la sartén todo el tiempo para evitar que los granos que aún no había estallado quedasen en el fondo, cerrados y negruzcos, pegados a la base, una rugosa costra cenicienta y amarga. El proceso finalizaba cuando el “pop-pop” se desaceleraba, momento en que la sartén era retirada del fuego y, al levantar la tapadera, un esponjoso y tierno colchón de palomitas blancas aparecía, como un milagro, ante nuestros maravillados ojos.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Lumina Terris

jueves, 2 de octubre de 2014






LIBRE…

¿Adónde ir que no esté tu recuerdo?
¿Dónde mirar que no te vea a ti?
¿Con qué exorcismo saco de mi cuerpo
todos los túes que has dejado aquí?

¿Cómo hacer que acelere el paso el tiempo
y que se acabe ya este sinvivir?
¿Cómo dejar de verte incluso en sueños?
¿Cómo ser singular como antes fui?

Debe existir, seguro, un recoveco,
donde pueda ovillarme, la nariz
pegada a las rodillas, como un feto,
ingrávida y vacía… Libre al fin.

#SafeCreative Mina Cb

miércoles, 1 de octubre de 2014



A TODOS MIS AMORES

A todos mis amores:
a lo que fueron y a los que quisieron ser,
a los que llegaron,
a los que partieron,
a los que pasaron de puntillas, sin sentirlos
a los que intentaron quedarse
y yo no les dejé…
A los que trataron de robarme el aire
y también, por qué no,
a aquéllos que me arrebataron la razón.

A todos mis amores:
a los que me amaron y a los que lo fingieron,
a los que lo intentaron,
a los que lo olvidaron,
a los que entraron por detrás, sin hacer ruido,
a los que irrumpieron de golpe
como una exhalación…
A los que soñaron con un “para siempre”
y también, por qué no,
a aquéllos otros de efímera presencia.

A todos mis amores:
a los presentes, los pasados y también los imposibles.
A los intemporales,
a los inolvidables,
a los que se volvieron insufribles con el tiempo,
a los que me volvieron loca
de dicha o de pesar…
A los que me habitaron, total o parcialmente,
y también, por qué no,
a aquéllos a que aún me son desconocidos…

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Mónica Carretero Ilustradora