viernes, 19 de julio de 2024


 

LO QUE NO SE DIJO AYER

“A las doce en punto” empezó a escribirse el 24 de Julio de 2018 en el Bajero de Espi, en la calle Serralta. Era una mañana de txupinazo de las de enmarcar, con calor y mucha gente y Félix había sido el fichaje anual del Paloteao del Casco Antiguo. Se le lio, como se hace con todo el mundo, con malas artes para interpretar al rey Alfonso. Le dijeron lo que decimos siempre, o sea que era un texto corto y fácil de aprender y que el personaje no tenía ni gran protagonismo ni mayor complicación. Me imagino que algo tendrían que ver en su aceptación del reto las cañas que le pondrían en la sede de Caldereros y la segura presencia de Mariví, su fan número uno, que alentaría con entusiasmo la propuesta. Claro que entonces nadie le dijo lo de la escolta de escuderos con música medieval. Como tampoco se le consultó cuando pensamos que un rey sin caballo sólo era un rey a medias y decidimos pedir prestado un zaldiko a la comparsa de gigantes. Y así fue como Félix subió a la tarima aquella tarde, con su espada, esa corona que no sé de dónde salió (siempre pasa que alguien aporta un elemento necesario y nadie, salvo el donante, llega a saber quién lo ha hecho), su escolta y su caballo. Muy discreto todo.
Esa prueba de fuego superada con éxito convirtió a Esáin en uno más del clan y para muchos de nosotros pasó de ser un personaje del paisaje del poteo tudelano (un conocido “de vista”, que decimos aquí) a transformarse en un amigo. Y de los buenos, como a él le gusta decir.

Ese 24 de julio él iba con su cámara y yo haciendo el idiota, circunstancias ambas bien habituales en cada uno de nosotros. Llegué con mi amiga Susi hasta el bajero y me pidió permiso para sacarme una foto. Yo posé en plan diva y disparó. Horas más tarde me escribió pidiendo mi autorización para publicarla y lo hizo, pero colocando bajo la misma un pie donde explicaba lo que significa robarle a alguien el tiempo que supone tomar una instantánea. A esa foto siguieron otras a lo largo de la semana; imágenes que él había tomado con su cámara y que fue depositando, acompañando cada una de una semblanza literaria de la fiesta: el vermú. los fuegos, la bajada de las peñas… Poco a poco las descripciones iban ganando en importancia y extensión hasta el punto en que, para el día 31 y sin saberlo, Félix había improvisado un divertido diario del fiestero que continuó capitulando al año siguiente. Y al siguiente, aunque no hubiera fiestas. Y al otro y al otro y al otro más.

Claro que lo más significativo es lo que pasó entre 2018 y 2019. Quiero decir entre fiestas y fiestas. Porque lo que sucedió es que continuó depositando, cuando le apetecía, pequeñas píldoras en su muro acerca de los temas más diversos, desde la espuma que ha de tener una caña hasta la boda de Almeida. Lo hacía porque sí, sin que hubiera un motivo en el calendario que lo demandase. Y, además, agotado su archivo gráfico, acabó apareciendo la necesidad de buscar imágenes en la red para ilustrar sus textos, hecho que invirtió la pirámide puesto que ya no era el texto quien estaba al servicio de la imagen sino todo lo contrario.

En ese momento Félix, sin pretenderlo, se había convertido en escritor.

#SafeCreative Mina Cb

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