martes, 30 de julio de 2024


 

BREVE TESIS ACERCA DE LA FAJA

Colgaba el otro día Jesús Manrique en Facebook una foto con el siguiente título: “Lo de la colocación de la faja merece un estudio sociológico”. En la misma aparecía una moza que se había colocado el accesorio sobre una camiseta que caía suelta por fuera del pantalón y tanto la imagen como la frase abrieron un pequeño debate con respecto al accesorio. De hecho, considero bastante probable que Félix se me adelante puesto que hoy es domingo y este texto no saldrá hasta el lunes (este año no me da la vida, normalmente repesco, pero al paso que llevo me van a sobrar para el que viene).

Al lío, que me despisto. El caso es que lo del kit fiestero tiene muchas interpretaciones. Quiero decir que la equipación completa (boina, pañuelo, camisa y falda o pantalón blanco, faja, alpargatas blancas con cintas rojas) como Santana manda, no la lleva casi nadie porque, alguien tenía que decirlo, es incómoda de narices para salir de juerga. Dejando a un lado lo del color de las prendas principales, que se le debió de ocurrir a un fabricante de lejía, es hora de reconocer que este uniforme es una lata: la boina se cae, da calor y destiñe, las alpargatas se te encharcan en la primera peña y luego pesan un quintal y en cuanto a la faja, digamos que es de una tal versatilidad que igual puede acabar de corbata que de diadema. O de auriculares, si eres lo bastante mañoso como para apañarla bien (imborrable recuerdo de Fernando, el que fue mi marido y un friki de la radio, en plan José María García en el patio del Tazón hace mil años). O de sujetador. Incluso, y dada su longitud, hasta en un momento dado puede servir para improvisar una olimpiada de salto a la comba con el consiguiente riesgo etílico. O se puede convertir, con un buen número de vueltas, en una pulsera de pedida para esa chica a la que acabas de conocer en la Revolvedera. O en un látigo de muchas puntas con que azotar a la cansina que empieza a llorar en cuanto se le sube el kalimotxo a la cabeza. Y no hablemos ya de las formas de lucirla que, sin faltar a la tradicional ubicación, se van personalizando según los gustos y el estilo de cada cual: bajo el vientre para la barriga cervecera, ceñida a la cintura para el talle de avispa, apoyada sobre la cadera para el pantalón de tiro bajo, en modo corsé para la pechugona, oculta por la camiseta para la chiquilla que se ve gordita… Y después, y en cuanto al método de fijación, que hasta indica el lado y el modo en que ha de dejarse la parte colgandera (quién ideó esa forma de ajuste, dios bendito), la verdad es que la mayoría de la gente hace trampas y en vez del tradicional doblez oculto que permite que la tira caiga lisa, se tira de imperdibles que luego no hay forma de soltar cuando necesitas ir al baño o, con mayor frecuencia y por resultar la mar de práctico, del socorrido nudo. Y ya, y apelando a los más utilitario, hay quien la introduce por entre las trabillas de la falda o el pantalón y luego le hace un doble nudo que también se las ve canutas para soltar en caso de ir al baño, que es cuando la mayoría de la gente se la pone en la cabeza.

Lo dicho: que el atuendo festivo es muy resutón pero en absoluto funcional. Y que lo único que aguantamos todo el tiempo es el pañuelo.

Y sólo porque salir a la calle sin él es como andar desnudo.

#SafeCreative Mina Cb

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