LA ESTADÍSTICA DEL CARTERO
Pasó el cartero de largo por mi puerta
en muchas ocasiones
mientras que a otras
me consta que ha llamado dos
e incluso cuatro veces.
Y, por tanto, después
(por mor de la estadística)
cuando yo reclamaba me decía
que me correspondía al menos una.
Aunque hubo también días
(he de reconocerlo)
en que llamó y no me encontraba en casa
o hasta momentos,
como el último,
que me pilló sentada
en la taza del váter haciendo crucigramas
y no le pude abrir.
El caso es que al final,
un poco hastiada,
quité el buzón,
desconecté al cable del timbre
y dije para mí:
Malo será que,
si vuelve a presentarse,
lo que sea que traiga,
no quepa por debajo de la puerta.
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