TRECE DE DICIEMBRE

El día ha amanecido frío y neblinoso para contrarrestar quizás la dulce resaca de un fin de semana lleno de emociones, de amigos y de momentos dignos de figurar en las vitrinas de honor de la memoria. Recuerdo la tarde del viernes, acelerada y nerviosa, antes del recital, con el río empezando a hacerse dueño de los pensamientos, y luego, ya al fin del evento, ese gozo en el alma que te dejan las cosas que, pese a las adversidades, llegan a buen término. Me acuerdo también de los abrazos y de ese concierto a tres guitarras, y del recuerdo al hermano que partió hace más de un año. Y el sábado templado, con la cota subiendo y las calles llenas de gente alborotada, el río y la vida siempre van unidos, y esa amiga que por primera vez exhibía en la calle su talento, y el pequeño incidente de la señora cayendo sin consecuencias en el estanque, y las risas contagiosas de mi amigo Jose, y el panorama de la ciudad iluminada y temerosa desde el silencio del Corazón de Jesús, y luego más cañas y más risas y más caras conocidas. Y más inquietud, al tiempo, por quienes ven amenazados sus casas o negocios. Y el domingo radiante, precioso y bullicioso, y esa excursión intrépida para ver lo que nadie estaba viendo, y la contemplación al sol de mediodía de un cauce inacabable invadiendo los espacios construidos por el hombre, te estaría besando hasta el final de mis días, y la absoluta convicción de la fortuna de habitar este planeta, y más tarde la charla vespertina dentro de un bar vacío con ese camarero que me ha salvado la vida en tantas ocasiones, y una serie en la tele y el descanso, y esta mañana la calma y el silencio y la tierra mojada, y los pájaros buscando ramas secas en las copas de los árboles, y el cauce retomando su rutina, y mi barrio poco a poco recobrando el pulso, retirar el barro, inventariar los daños y volver a empezar con el río siempre pegado al corazón.

Es lunes, trece de diciembre.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Jose Miguel Jiménez Arcos