Amigo Ebro:
Aunque con un poquito de retraso, quería darte las gracias por habernos devuelto el sol.
Sí, ya sé que vas a decirme que no nos lo merecemos, y que lo de las lluvias y luego la riada y más tarde la niebla sólo ha sido un aviso. Como lo del Covid, que mucha gente dice que han sido los chinos pero algunos pensamos que a la Naturaleza se le están hinchando las narices y el día menos pensado el virus sufre una mutación salvaje o bien nos cae el meteorito y ni para apagar la luz nos dejan tiempo.
Y yo lo entiendo ¿eh? Porque hay que ver la de mierda que ha dejado la crecida. Que muchos dicen que cuando aumenta el caudal se limpia el río, pero de eso nada. Que la basura de aquí se va hacia Zaragoza y aquí nos llega la que han echado los del Norte. Y tú a lo tuyo, sin decir ni mu, mientras te van robando el líquido para abastecer las zonas de cultivo, exigiéndote más a cada instante y sin pensar en cuáles pueden ser las consecuencias. Vertiendo en ti todo tipo de sustancias, abusando de abonos y pesticidas químicos que, al final y a través del subsuelo, se filtran hasta llegar hasta tus aguas. Y viendo cómo sucesivas aberraciones urbanísticas modifican tu cauce, porque el hombre lo vale, con la inocente convicción de que vas a respetar nuestros deseos.
Y la verdad es que la mayoría del tiempo así lo haces. E incluso nos permites disfrutar de tus orillas, y comerciar y deleitarnos con los manjares que se riegan con tu néctar. Y continuar, en ambos casos, ensuciando tus vegas y envenenando el agua, convencidos de que tú, amigo Ebro, eres capaz de digerirlo todo.
Hasta que llega un día en que la fiera que te habita saca los colmillos. Y entonces el pueblo se encomienda a Dios, porque del mismo modo que, dicen, la bondad de Dios es infinita, la cólera del río, y eso lo sabemos con certeza, puede ser inmensa y despiadada. Y las previsiones se quedan cortas, y los expertos hablan de ti como si fueras un niño malcriado, “que no se ha comportado según lo previsto dada la experiencia del año tal y tal” y tú despliegas tu furia amarronada y turbulenta bajo el puente, convirtiendo tu carcajada en un rugido que hace temblar la tierra, para hacernos ver que estás vivo. Y que contigo las previsiones y los diques sirven de bien poco.
¿Y yo qué quieres que te diga, amigo Ebro? Cuando al cabo de unos días me enfrento de nuevo a tu paisaje y hallo troncos varados en donde nada había, y compruebo cómo han cambiado los rincones cuya disposición anterior será sólo recuerdo, y veo la basura colgando de las ramas de los árboles, y los campos arrasados, y tu cauce sereno, tranquilo y limpio, lo mismo que un fregadero recién desatascado, se me entristece el alma y pienso que no te merecemos. Que jamás estaremos a tu altura y que poca es tu furia en comparación con la ambición del ser humano. Y me doy cuenta, sobre todo, de que nunca, nunca, vamos a poder contigo, porque tú, amigo Ebro, tienes la capacidad de regenerarte, de poner el contador a cero y de reinventar especies y lugares. Y de crear belleza por ti mismo. Una belleza inmensa y sobrecogedora que nosotros miramos, de soslayo, mientras arrojamos el papel, la lata, la botella, a tus orillas, en el transcurso de nuestro paseo compartido en Instagram.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Jose Miguel Jiménez Arcos
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
miércoles, 29 de diciembre de 2021
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