jueves, 23 de diciembre de 2021


 

LA MUERTE DE MI PADRE

Hace ahora seis años mi padre pilló un catarro bastante fuerte. Llevaba un tiempo ya en la residencia, donde el invierno, muchos lo sabemos, deja tras de sí una considerable cantidad de bajas. A mi padre, a no ser que lloviera y pese a las ocasionales regañinas de la monja de la portería, lo sacábamos todos los días de paseo. Para ello le poníamos los guantes, un gorro con orejeras, un cuello que mi cuñada le había tricotado y un poncho que mi hermana le hizo con una manta, y que le podíamos meter por la cabeza para llevarlo bien abrigado en la sillita.
Mi padre había sido siempre muy callejero y por ello mi familia se negó enclaustrarlo en la residencia cada vez que cogía algún catarro. Había sido también, por otra parte y hasta que le dio el infarto, un gran fumador, y de joven había trabajado de carpintero, por lo cual no era raro que sus constipados derivaran en bronquitis, amén de esa tos de fumador flemosa y muy sonora que le acompañó hasta el momento de su muerte.

Un día de marzo mi padre se puso muy malito. No conseguía superar esa bronquitis a muchas pastillas que le dieran y cada vez estaba más desmejorado. Una tarde que volvía de una reunión de trabajo en Calahorra mi madre me llamo por teléfono para decirme que mi padre estaba mal. Salí a escape hacia la residencia y al poco se presentaron los médicos y nos dijeron lo que ya sabíamos hacía mucho tiempo.
Que mi padre se moría.
No quisimos reanimarlo porque esa había sido nuestra decisión desde el principio. La primera noche fue horrorosa: tenía el sueño agitado y no dejaba de convulsionar. No sé si alguno de vosotros sabe lo que es una agonía y lo que se sufre por el sufrimiento del que la padece. Yo aquella noche me enteré, y fue por ello que a la mañana siguiente pedimos (bendita morfina) que le administrasen alguna medicación que le evitase el malestar. Así se hizo, y a partir de entonces mi padre se sumió en un sueño profundo, y nosotros pudimos ver, junto a su cama, cómo se iba alejando poco a poco, hasta el momento en que su corazón se detuvo para siempre.

Tenía 87 años, tres hijos y otros tantos nietos, y dejaba tras de sí una vida de bondad, trabajo, amor y espacios abiertos. Una vida plena y un ciclo cerrado, que ni mi madre, ni mis hermanos ni yo, quisimos prolongar a través de métodos artificiales.
En la partida de defunción decía que la causa de la muerte de mi padre fue el Alzheimer, pero en realidad, su fallecimiento lo produjo una bronquitis.

#SafeCreative Mina Cb

Pd: Yo ahí lo dejo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario