sábado, 13 de diciembre de 2014



EUFORIA

Me acabo de enterar y aún no doy crédito. Me levanto. Después me siento. Luego me vuelvo a levantar. Voy a la nevera. Pienso en descorchar una botella de champán. Pero sólo hay cerveza. Abro una. Le doy un trago. La dejo en la encimera. Pongo música. Bailo. Me veo en el espejo. Me siento ridícula. Me dejo caer en el sofá. Vuelvo a buscar la cerveza. Se ha calentado. La echo por el desagüe. Un regimiento de hormigas me recorre el cuerpo. No aguanto más. Tengo que decírselo a alguien. Pero… ¿a quién? Es más de medianoche. No son horas. Cojo el teléfono. Busco entre mis contactos. “Quita, quita…”- recapacito. “Les voy a dar un susto”. Pienso en un whatsapp. No vale, no lo van a ver ahora. Necesito que alguien se entere. Ya mismo. Si fuera algo triste no habría problema. Las malas noticias lo justifican todo. Tú puedes telefonear a las tres de la mañana y nadie se mosquea. Pero así no. Se enfadarían. Me dirían que por qué no he esperado hasta mañana. Intento serenarme. Tampoco es para tanto. Me pongo el pijama. Me meto en la cama. Apago la luz. Cierro los ojos. Pasa el tiempo. Enciendo la luz. Cojo un libro. No me entero de nada. Me levanto. Pongo la tele. Paso los canales. La quito. Conecto el ordenador. Lo desconecto. Necesito aire. Salgo al balcón. Hace frío. Miro al cielo. Está negro y hay estrellas. Tengo ganas de gritar. De que se entere todo el mundo. De lanzar al vacío de la noche el eco de mi gozo. De hacer que todo el barrio se despierte. Como si se avecinara una catástrofe. Para después contarles lo que pasa. Y que me monten una buena bronca. Y acaben llamando al ciento doce. Me pongo el abrigo. Bajo al garaje. Cojo el coche. Me voy de la cuidad. Llego a una zona despoblada. Salgo al exterior. La noche es heladora. Heladora y espléndida. Miro hacia arriba. Me siento inmensa. Inmensa y feliz.
Feliz e inabarcable.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Niña volando"- Francisca Morales Alliende

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