viernes, 7 de enero de 2022


 

UNO MÁS DE LA FAMILIA

He de reconocer que en mi familia, sin ser mis padres muy modernos, les sacaron mucha ventaja a los animalistas. De hecho, mi padre, que fue definido en una ocasión por uno de mis compañeros de colegio como “más antiguo que las aceras”, me ayudó a colocar en la jaula del primero de los canarios que trajo a casa un cartel donde ponía “Pichurri Benítez”, para demostrar así que el pálido plumífero no era un ave cualquiera sino un miembro más del clan. Otra cosa fue cuando al hombre la cosa se le empezó a ir de las manos y convirtió parte de la azotea en un pajaral y, ya ebrio de canaritis, los empezó a mezclar a lo loco y al final a los pobres bichos les pasó un poco como a los Austrias y la raza se fue debilitando hasta que, uno tras otro, y víctimas de raros males, fueron sucumbiendo a la endogamia aviar. Todos menos Pichurri, que a punto estuvo de enterrarnos a todos.

Es por ello que para mí esto del reconocimiento legal de las mascotas como un integrante más de la familia no me da ni frío ni calor. Más que nada porque el gato lleva desde que llegó siendo propietario del sofá y el loro, que no es mío pero uno de estos días lo empadrono, se ha convertido, no sólo en un integrante más de la unidad, sino en uno de los vecinos más apreciados de la barriada, hasta el punto de que los propietarios del restaurante que tengo enfrente me dijeron: “El día que venga su dueño a recogerlo nos ponemos en la puerta para impedirlo”.

Pero a lo que voy. Que a mí esto me da muy mala espina y que los del gobierno no dan puntada sin hilo. Que me veo afiliando a la Seguridad Social al Robin, con su inmunodeficiencia felina y sus achaques, y llevando al plumífero a clases de dicción. Porque en el instante en que el Estado se preocupa de algún colectivo es para controlarlo, y de ahí a sacudirte un impuesto por tenencia de aves, canes o felinos no hay más que un paso, que de momento a los perros ya van a hacerles DNI y me los veo presentando la declaración de la renta de aquí a nada. De modo que nosotros, que hace ya mucho tiempo que nos queremos como sólo pueden hacerlo quienes se soportan bajo un mismo techo sin documentación alguna, nos hemos reunido para decidir si nos constituimos como unidad familiar. Me he sentado con ellos, muy seria, y les he expuesto la situación. El gato me miraba muy atento y en un momento dado ha levantado el brazo, pero no era para aportar una sugerencia sino para cazar una mosca, con lo cual me ha dado a entender que el tema no va con él. El loro, sin embargo, ha dicho “Dame la patita”, expresión que yo he tomado como un intento de cambiar de conversación ante el poco interés que la cuestión le suscitaba, por lo que he sacado una botella de cava de la nevera y me he echado un lingotazo para celebrar que seguimos instalados en el concubinato y la anarquía.

Luego nos hemos ido todos al salón, donde, mientras yo escribía esta chorrada, mi Robin se ha puesto a dos patas y ha empezado a sacudir la jaula del loro, que como respuesta ha intentado darle un picotazo en la cola. Ha sido justo entonces cuando yo les he gritado eso de “Me vais a quitar la vida” y se acabó la discusión.

Pero todo sin papeles.

#SafeCreative Mina Cb

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