domingo, 2 de enero de 2022


 

LOS AÑOS DE LA RADIO
(Radio Castel Ruiz)

No podría decir con exactitud cuándo se produjo la primera emisión de Radio Castel Ruiz pero sé que se realizó desde el edificio del Centro Cultural que le daba nombre algunos meses antes de Diciembre del 84. Y tengo tal certeza porque el día de mi 18 cumpleaños, a los postres y sin decirle nada a nadie, abandoné la mesa familiar para plantarme por primera vez ante un micrófono junto a un par de amiguetes que se habían apuntado conmigo en la emisora para hacernos cargo de “La nueva Edad de Piedra”. Yo vestía, lo recuerdo como si fuera ahora, un jersey blanco y negro mil tallas grande (la moda ochentera, por mucho que ahora se mitifique, era un horror), unas mallas rosas y unas botas negras “de pitufo”, como las llamaba mi amigo Josetxu. Para entonces, mis colegas y yo ya llevábamos meses devorando el contenido de la nueva estación, que se sumaba a una serie de proyectos radiofónicos de carácter amateur, algunos muy interesantes (Radio Escoba en Peralta, Radio Paretón en Cintruénigo, Radio Crucero en Corella) y que fue poco a poco ampliando la familia tanto a través de centros educativos (Radio ETI, más conocida como “Radio Manolo”) o formaciones ligadas a movimientos revolucionarios (Gladys Irratia), todas ellas con un rasgo común:

El entusiasmo.

Y es que los ochenta, en lo cultural, y como yo suelo decir a veces, no fueron una década sino una religión. La libertad entró a espuertas y los nuevos movimientos creativos que surgieron por doquier no dejaban a nadie indiferente. Había tantas opciones que resultaba difícil elegir, y durante algunos años el punk, el tecno, el rock and roll, el heavy metal, el glam y el pop anduvieron metidos en una coctelera que hizo las delicias de los melómanos, que éramos unos cuantos, y permitió que estas emisoras nos posibilitasen el jugar a ser Dj por unas horas todas las semanas. Y así, a través de los diestros dedos de Jose Galindo, pude sentir desde mi transistor cómo la aguja se deslizaba por entre los surcos de “Semilla negra” una soleada tarde de verano. Creo que era ese el título del programa que yo escuchaba, a cada entrega, con verdadera devoción. Entonces no existía Spotify y muy poca gente tenía viruta para discos, y la emisora disponía de un fondo bastante limitado. Eso lo supe después, cuando me incorporé a la misma, ya instalados en el ático de Lestonnac, y con una estructura más organizada, pero menos fresca que la de los inicios.

Claro que el RCR no sólo había música. También tenían su espacio, y de forma muy elaborada pese a no ser profesional, la información y los deportes, o la cocina, o los espacios ómnibus que emulaban a los magazines de las grandes cadenas, como aquél que dirigía Carlos Mangado. Y hasta te daban primicias, por ejemplo la tarde aquella en que un oyente los llamó para decir que un rayo había descabezado al Corazón de Jesús antes de que nadie lo supiera.

¿Pero sabéis qué fue lo mejor de aquellos años en las ondas?

En efecto: lo mejor de aquellos años fueron las personas. Las horas de charla en la garita que daba acceso a las peceras. Los viajes a Linacero, a Zaragoza, a comprar discos. Las ruedas de prensa con artistas a las que de otro modo jamás hubiéramos podido tener acceso. Las grabaciones de programas en esos casettes de las charlas de Alemania que nadie sabía exactamente de dónde provenían. El poder tener entre tus manos el primer LP de los Héroes. Las cenas y las fiestas en Cocorico. Fernando, con el que compartí veinte años de mi vida… Y los amigos. Todos los amigos que allí hicimos y que, durante tel tiempo que la aventura duró, fueron una familia.

E Inma… sentada tras la mesa de escritorio, con su pelo corto, sus vaqueros, las alpargatas y la camiseta Ferrys, organizando las parrillas al tiempo que se ocupaba de sus asuntos de carácter oficial. Inma paciente, conciliadora y tolerante, a veces fatigada (“Inma, por favor, no me hagas preguntas trascendentales… hoy no”, me dijo un día), siempre discreta para con sus responsabilidades y un tanto maternal con esa cuadrilla de adolescentes que aspiraban a los estudios de 40 principales o a los mandos de los platos de Pachá.

En fin, y a lo que iba:

Que tanto tiempo ha pasado desde entonces que ayer, al saber de la jubilación de Inma Audera, se me escapó una lagrimita y pensé que, en todos estos años, hay una palabra que creo que nunca le llegué a decir.

GRACIAS.

#SafeCreative Mina Cb

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