domingo, 21 de septiembre de 2014



LO ETÉREO Y LO TANGIBLE

Sería insoportable vivir sin la presencia inevitable de la muerte, puesto que la vida se convertiría en una tediosa cadena de minutos que se sucederían los unos a los otros sin objetivo alguno: los proyectos serían inútiles puesto que no existirían plazos para llevarlos a cabo, y la alternancia de días y noches, primaveras y otoños, perdería su encanto al convertirse en una letanía inacabable, en un eterno y monótono soniquete sin ninguna armonía.

Lo mismo ocurriría en caso de aniquilarse la maldad del mundo, circunstancia que nos conduciría hacia una vida de ñoñería insoportable, un remanso de paz aburridísimo donde las emociones no tendrían apenas razón de ser; donde la placidez nos convertiría en haraganes y donde esa felicidad beatífica que nos vendieron en las estampas celestiales que representaban a serafines tocando la lira sobre los algodones de una nube se convertiría en un enojoso sinvivir del que nos sería imposible deshacernos.

Todas estas divagaciones se desprenden de esta imagen de un amigo fotógrafo, que ha querido plasmar un paisaje idílico proyectado tras la dureza de un muro de cemento; una construcción tosca y desconchada que contrasta fuertemente con la bucólica imagen de la nube en forma de aeronave. Habrá quien piense que el primer plano perfecto para esta instantánea, en lugar de esa fea muralla, debería ser la imagen de un niño tumbado boca arriba sobre el mullido césped de un frondoso prado, contemplando el infinito al lado de su padre, los dos felices en una soleada mañana de domingo. Pero a mi me gusta así, proyectada al fondo la silueta del avión, tras el muro descarnado que dibuja, sin quererlo, la delgada frontera existente entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal…
Entre lo etéreo y lo tangible.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen de J Miguel Jimenez Arcos

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