LA BICICLETA
Me llamó la atención hace unos días en casa de una amiga esta figura que reposaba sobre una de las repisas del salón. Me hizo gracia. La creí procedente de un mercadillo, pero ella me dijo que no; que se trataba de un regalo que alguien, un chico, le había hecho de niña, más bien de adolescente. Al chaval le habían encargado una tarea de pretecnología: un objeto realizado con una sola tira de alambre que no podía ser cortada. El resultado del trabajo fue impecable: una bicicleta de barra horizontal con sus dos ruedas, su manillar y su sillín en forma de corazón, armada de una sola pieza y que, además, se sostenía en pie apoyada sobre uno de los pedales.
Tan bien quedó la pieza y tan buena fue la nota que el profesor le puso que el chico se atrevió a regalar el velocípedo a la chavala que, ya por aquél entonces, a sus trece o catorce años, lo llevaba por la calle del dolor. Se lo entregó en una de esas veces en que se veían y jugaban a ser novios sin haberlo sido, y le dijo que por favor la guardase hasta el momento en que pudiera ocupar el lugar para el que estaba destinada: el salón de la casa que ambos compartirían… algún día.
Terminada esa época que separa la infancia de la adolescencia se acabaron los galanteos y ambos tomaron sendas diferentes. Y pasaron años enfrascados en sus vidas, cada cual por un lado y entregados a tareas bien dispares. Hasta que uno de esos bucles que al tiempo le gusta dibujar volvió a hacerles coincidir, adultos y experimentados, cargada la mochila con la necesaria dosis de alegría y dolor que atempera el carácter y apacigua el espíritu, conocedores los dos de lo que era nadar en otras aguas, y hoy esa bicicleta de alambre con sillín en forma de corazón ocupa al fin el lugar para el que aquel chaval la construyó, de un solo trazo, hace ya más de treinta años…
#SafeCreative Mina Cb
Me llamó la atención hace unos días en casa de una amiga esta figura que reposaba sobre una de las repisas del salón. Me hizo gracia. La creí procedente de un mercadillo, pero ella me dijo que no; que se trataba de un regalo que alguien, un chico, le había hecho de niña, más bien de adolescente. Al chaval le habían encargado una tarea de pretecnología: un objeto realizado con una sola tira de alambre que no podía ser cortada. El resultado del trabajo fue impecable: una bicicleta de barra horizontal con sus dos ruedas, su manillar y su sillín en forma de corazón, armada de una sola pieza y que, además, se sostenía en pie apoyada sobre uno de los pedales.
Tan bien quedó la pieza y tan buena fue la nota que el profesor le puso que el chico se atrevió a regalar el velocípedo a la chavala que, ya por aquél entonces, a sus trece o catorce años, lo llevaba por la calle del dolor. Se lo entregó en una de esas veces en que se veían y jugaban a ser novios sin haberlo sido, y le dijo que por favor la guardase hasta el momento en que pudiera ocupar el lugar para el que estaba destinada: el salón de la casa que ambos compartirían… algún día.
Terminada esa época que separa la infancia de la adolescencia se acabaron los galanteos y ambos tomaron sendas diferentes. Y pasaron años enfrascados en sus vidas, cada cual por un lado y entregados a tareas bien dispares. Hasta que uno de esos bucles que al tiempo le gusta dibujar volvió a hacerles coincidir, adultos y experimentados, cargada la mochila con la necesaria dosis de alegría y dolor que atempera el carácter y apacigua el espíritu, conocedores los dos de lo que era nadar en otras aguas, y hoy esa bicicleta de alambre con sillín en forma de corazón ocupa al fin el lugar para el que aquel chaval la construyó, de un solo trazo, hace ya más de treinta años…
#SafeCreative Mina Cb
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