domingo, 28 de marzo de 2021


 

LAS NUEVE

Tiene gracia pero a mí esto de la pandemia me devuelve cada vez más a mis años mozos.
Me explico: Soy la hija pequeña de un matrimonio de posguerra, de esos que cuando eran jóvenes lo que se llevaba eran las chicas decentes y los hombres que bebían Soberano, y que nos metieron a sangre y fuego, por lo menos a las mozas, que teníamos que ser igual en plan que cuando un chico te sacaba a bailar debía de correr el aire, que pintarse los labios era de frescachonas y que los escotes eran parientes directos del embarazo y de la pulmonía. Y por eso precisamente nos hacían llegar a casa a las diez, como las chavalas de las canciones de los Pecos.

O sea que cuando el invento de la democracia fue calando y las costumbres se relajaron un poco (digamos que como de aquí a la Patagonia), algunas aprovechamos para soltarnos la melena, el sujetador y todo lo que nos dejaron. Y a esa costumbre, heredada de los tiempos de la represión, de salir de casa a las siete de la tarde, incorporamos el novedoso hábito de quedarnos por ahí de pendoneo hasta la hora del cierre de los bares. Que como todavía no éramos tan europeos como ahora, se producía, no a altas, sino a escandalosas horas de la noche. Tanto que al llegar el buen tiempo no era difícil que la excursión del último after de la época rumbo a Riberpán te pillase con el sol saliendo y acabases comiendo bollos al son de Barricada en pleno día.

Pero a lo que iba. Que el tema del Covid me está haciendo volver a la juventud pasito a paso, del mismo modo que salí de ella (con cincuentaytantos uno ya no es joven, bajaos de la moto de una puñetera vez). Y es que empezaron restringiendo lo del roce, como me hacía mi madre cuando me veía con algún mocete. Luego nos pidieron, o más bien nos recomendaron, que cuanta menos piel llevásemos a la vista mejor, ya que al no saber muy bien cómo se transmitía el bicho, podían ser pupacacaveneno maquillajes, cremas, pasadores o cualquier tipo de adorno en plan pendientes o collares en los cuales la cosa pudiera engancharse y de ese modo tomar contacto con la piel y después con las mucosas (que lo de las mucosas vaya perra, parece que todas las desgracias del mundo vienen por las mucosas), y ya para rematarla, nos adelantaron el cierre de los bares, nos limitaron la movilidad (otra obsesión de mis padres con el tema de las fiestas de los pueblos) y al final, directamente, instauraron el toque de queda, con lo cual a las 11 hay que volver a casa sí o sí. Oséase pubertad total del despuntar de los ochenta. Argumento Pecos con las fans desmayándose al pie del escenario, vamos.

Dí que con la llegada de la vacuna parece que las medidas van a empezar a relajarse. A a partir de hoy, por ejemplo, podremos volver a cerrar los bares de día como antaño.

Claro que van a ser las nueve de la noche en vez de las de la mañana, pero por algo se empieza…

#SafeCreative Mina Cb

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