No puedo por más, Ramiro,
viendo que nos has dejado
que ponerme ante el teclado
a decir cuánto te admiro.
No conociste retiro.
Jamás fuiste jubilado,
sino sabio venerado
que se instruyó sin respiro.
Y a ese cúmulo de ciencia
sumaste, en tu senectud,
otro tanto de experiencia.
No habrá, maestro, ataúd
donde quepan tu sapiencia,
tu bondad y tu virtud.
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
miércoles, 17 de febrero de 2021
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