martes, 11 de agosto de 2020




EPHEMERAS

No es cierto que los traumas de la infancia no puedan superarse. Es más, creo que si andamos atentos la vida nos acaba poniendo en bandeja un momento para vengarnos de esos amargos retazos que nos ensucian la memoria y convertirlos en pequeñas victorias de las que sentirnos orgullosos.

Llevábamos unos cuantos días esperándolas y al fin llegaron. Anoche. Me acerqué al puente y las vi salir del río, como cada año, ascendentes y blancas, frágiles gusanillos alados en busca de la luz. Avisé a José Miguel, que me había hablado de ello una noche que habíamos coincidido por los tediosos mundos del whatsapp, y se vino con su cámara y su trípode. Y con Iñaki, que no aparece pero estaba ahí. Y con su niña, que me dio una envidia enorme porque disfrutó del acontecimiento casi tanto como yo sufría del mismo de pequeña, cuando los lepidópteros entraban en casa y trazaban círculos en el suelo, zumbando, moribundos, mientras yo los miraba con asco y sin atreverme siquiera a pisarlos y así poner fin a mi miedo y su agonía.

Me descalcé y me sumergí en el mar de mariposas. Bailé y salté y reí y celebré este acontecimiento anual tan extraordinario y fugaz como la existencia misma. Dejé que entrasen por entre mi ropa, que golpeasen mi rostro y que sus restos, extendidos sobre la calzada, les sirvieran a mis pies de alfombra. Y una noche cualquiera se convirtió, de pronto, en un loco exorcismo. Y supe que lo que nos hace libres no es sólo la verdad.

Es, además, perder el miedo.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Jose Miguel Jiménez Arcos

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