domingo, 9 de agosto de 2020




EL MATIZ


Remolonear por la mañana no tiene precio. Alguna ventaja ha de llevar aparejado el turno de tarde. Dar media vuelta y abrir el ojo dos horas después. Y meter la cabeza en la nevera, sentarse a la mesa sin poner la radio y desayunar con calma. Y luego los recados. O el paseo. O escribir. Y si el mediodía está agradable tomar algo en una terracita mientras echas un vistazo a las noticias. Y llegar a casa y poner música. Y comer lo que te dé la gana. Y luego al sofá con un libro, las gafas y el mando de la tele. Y la cabezada veraniega, con la baba cayendo. Y sin miedo al contagio. Y luego a trabajar. Un rato, que es la ventaja de la jornada reducida. Menos pasta y más tiempo, que al principio da miedo pero luego te das cuenta de que llegas igual a fin de año. Y a la salida del curro, el caminar perezoso rumbo a casa. Y encontrarse con alguien y pararse a conversar sin prisa. O echarse una cerveza con las compañeras. O parar en ese garito en donde sabes que siempre encuentras a alguien con quien charlar si tienes ganas. Y después una ducha y de nuevo la cabeza en la nevera. Y el sofá. Con el libro y el mando. O tal vez, si el calor aprieta, un paseo nocturno por lo viejo. Y sentarse en un banco a contemplar la luna mientras se escuchan los grillos a lo lejos.

No estoy sola.

Soy libre.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Idalia candelas

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