viernes, 20 de junio de 2014



LA CORONA

Aquella mañana todo sucedía en blanco y negro. Creo que hasta la alfombra verde oliva que cubría el suelo del salón se tiñó de gris durante el tiempo que duró la ceremonia. Yo estaba sentada sobre ella, muy atenta a la pantalla d...onde mi padre, justo detrás de mí y acomodado en el sofá, me dijo que iba a aparecer un rey, cosa que para mi era toda una novedad: el ver un rey de carne y hueso quiero decir, ya que los únicos reyes que yo conocía eran los de los cuentos, que a menudo eran animales con áureas coronas y capas rojas ribeteadas con dacha blanca moteada en negro y que portaban un cetro rematado en un pomo dorado en ocasiones y otras, estas las menos, en una mano cerrada con el dedo índice señalando hacia el cielo.

Así que ahí estaba yo, quieta como una estatua y a la espera del momento señalado. Mi padre me decía que el rey venía a gobernarnos en lugar de ese señor pequeñito y calvo que parecía caerle tan mal a todo el mundo y al que habían exhibido hasta hacía un par de días en una caja de madera para más tarde sepultarlo bajo una enorme losa en el transcurso de una ceremonia larga y aburrida a la que acudieron muchos viejos cubiertos de medallas.

A mí todo eso me daba igual: lo de los viejos y las medallas. Y lo de la losa. Y hasta lo de los gobernantes. A mí lo que de verdad me interesaba, a mis ocho años, era tener un rey que viviera en un palacio lleno de lujosos salones con enormes lámparas de cristalitos de colores en los que organizase bailes a los que asistirían princesas vestidas como Romy Scheneider, que se deslizarían trazando círculos sobre el suelo de mármol veteado. Y príncipes con levita y patillas acolchadas que observarían a las damas a través de su monóculo. Y sirvientes con fajín, y doncellas con cofia, y cortesanas con abanico de plumas, y mayordomos plegando los abrigos y recogiendo los guantes de los invitados a la entrada del baile… Y al fin el rey y la reina, coronados, bajando la escalera, la diestra de ella apoyada sobre la mano de su esposo, los brazos en uve, y la otra sujetando graciosamente la cola del vestido blanco abullonado que se agitaría con un leve frufrú, las enaguas asomando un poco bajo los encajes, y el olor a jazmín de sus cabellos invadiéndolo todo…

Aparecieron al fin. Él de militar y ella con un vestido largo y liso. Los acompañaban un niño rubio con chaqueta oscura y dos chicas que parecían mellizas: la misma ropa, el mismo peinado, las mismas cintas en el pelo…

La ceremonia fue un tostón donde no hubo ni valses, ni lámparas de strass, ni doncellas con cofia, ni trajes de Sissi ni cetro con pomo. Así que cuando la comitiva abandonó la sala tal cual había entrado, ella con su traje liso y él con su testa desnuda, yo me levanté del suelo, me quedé mirando a mi padre, me encogí de hombros y le dije:
“Pues vaya una mierda de rey”

#SafeCreative Mina Cb

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