EL BUEN HIJO
Cuando a papá y mamá se les rompió el amor él se convirtió en el ojo de ese huracán de miserias que sólo la estupidez de los adultos es capaz de desatar. Pasó de las meriendas de cumpleaños con ganchitos y nocilla a la bandeja... de caramelos del despacho del abogado, de los exámenes de mates a las sentencias del juez, de las pelis de la Disney a Kramer contra Kramer.
Claro que esa tempestad de insensateces no afectó sólo al pequeño, sino que acabó salpicando a toda la familia, y las casas de los abuelos se convirtieron en trincheras desde donde eran disparadas potentes andanadas de desprecio. Y el chico se transformó en el oscuro objeto del egoísmo de los cónyuges, que se lo disputaban como las matronas de la parábola del sabio Salomón, antes partido en dos que propiedad del otro, hasta que el chaval se cansó de pelear y acabó por refugiarse bajo las faldas de su madre mientras los abuelos paternos, como sucede casi siempre en estos casos, rabiaban en silencio al ver cómo su niño, rehén del odio, les era arrebatado para siempre.
Pasaron años. Los suficientes como para resignarse a la pérdida pero no para curar el dolor. Porque sólo hay una cosa peor que ver morir a alguien a quien se quiere. Y es saber que vive y no poder tenerlo. Y la abuela continuaba acariciando sus fotos cada día. Y él seguía acercándose a la calle, mirando la casa desde lejos y sin atreverse a pulsar el timbre de la puerta. Y nada sucedía.
Pero a veces, lo que son las cosas, el amor se viste de coraje y se apodera del orgullo. Y la vida, que es así de perra, nos pone las casualidades en bandeja como si fueran canapés, y todo cambia si somos lo bastante listos como para elegir la buena. Y la puerta se abrió. Y tras ella seguían los objetos con que había jugado de pequeño, y los cuadros que el abuelo pintó de joven, y los dibujos que él hacía en el reverso de las hojas de los calendarios. Y la abuela con los ojos inundados en lágrimas. Y hasta su padre, al que creía odiar aunque ya no sabía bien por qué.
No hubo reproches. Sólo una nueva vida.
#SafeCreative Mina Cb
Cuando a papá y mamá se les rompió el amor él se convirtió en el ojo de ese huracán de miserias que sólo la estupidez de los adultos es capaz de desatar. Pasó de las meriendas de cumpleaños con ganchitos y nocilla a la bandeja... de caramelos del despacho del abogado, de los exámenes de mates a las sentencias del juez, de las pelis de la Disney a Kramer contra Kramer.
Claro que esa tempestad de insensateces no afectó sólo al pequeño, sino que acabó salpicando a toda la familia, y las casas de los abuelos se convirtieron en trincheras desde donde eran disparadas potentes andanadas de desprecio. Y el chico se transformó en el oscuro objeto del egoísmo de los cónyuges, que se lo disputaban como las matronas de la parábola del sabio Salomón, antes partido en dos que propiedad del otro, hasta que el chaval se cansó de pelear y acabó por refugiarse bajo las faldas de su madre mientras los abuelos paternos, como sucede casi siempre en estos casos, rabiaban en silencio al ver cómo su niño, rehén del odio, les era arrebatado para siempre.
Pasaron años. Los suficientes como para resignarse a la pérdida pero no para curar el dolor. Porque sólo hay una cosa peor que ver morir a alguien a quien se quiere. Y es saber que vive y no poder tenerlo. Y la abuela continuaba acariciando sus fotos cada día. Y él seguía acercándose a la calle, mirando la casa desde lejos y sin atreverse a pulsar el timbre de la puerta. Y nada sucedía.
Pero a veces, lo que son las cosas, el amor se viste de coraje y se apodera del orgullo. Y la vida, que es así de perra, nos pone las casualidades en bandeja como si fueran canapés, y todo cambia si somos lo bastante listos como para elegir la buena. Y la puerta se abrió. Y tras ella seguían los objetos con que había jugado de pequeño, y los cuadros que el abuelo pintó de joven, y los dibujos que él hacía en el reverso de las hojas de los calendarios. Y la abuela con los ojos inundados en lágrimas. Y hasta su padre, al que creía odiar aunque ya no sabía bien por qué.
No hubo reproches. Sólo una nueva vida.
#SafeCreative Mina Cb
He vivido una situación muy parecida en un entorno cercano. No veas cómo sufrían los abuelos a los que les habían arrebatado sus nietas de la noche a la mañana. Un beso desde mi mejana
ResponderEliminarEs una situación muy común. Los abuelos sufren tanto como los padres. O más
ResponderEliminar