jueves, 3 de octubre de 2013





EL WORKING GIRL Y EL NUN'S STYLE
 
Vayapordiosss… Acabo de enterarme de que existe una ropa especial para ir a trabajar. “Working girl” lo llaman. Que no será ninguna tontería teniendo en cuenta que hasta la superprincesa Letizia con zeta lo utiliza para asistir a ciertos actos oficiales. Y yo toda la vida creyendo que al curro se iba en chándal o con la peor ropa del armario. Claro que debe ser porque yo he tenido siempre empleúchos normales, de esos que cuando llegas al tajo te plantas el uniforme y dejas tus avíos en una taquilla que más bien parece un ataúd de pitufo puesto de pie y en el que caben por las justas un pantalón, una camiseta, el bolso y un anorak de los que no llevan relleno. Así que digo yo que la tendencia esta será para las grandes ejecutivas, las tipas esas que ganan lo bastante para tener lo que se llama “un fondo de armario” que consista en algo más que unos cuantos trapos de diario y un  vestido de gala que compramos para la boda de una amiga pija y que aún no hemos llevado a la parroquia porque nos costó el sueldo de un mes y malo será que no volvamos a utilizarlo nunca.
 
Y es que eso de ser ejecutiva tiene que ser un rollo; levantarse por la mañana y colocarse delante del ropero con la cabeza puesta en la personalidad a quien tenemos que atender hoy, elegir la falda, la blusa, el echarpe, la chaqueta, los zapatos y hasta la lencería, que nunca se sabe en lo que pueden acabar estas reuniones con millonarios excéntricos, y luego conducir hasta la quinta puñeta y pasar todo el día encerrada en despachos con grandes cristaleras desde los que dirigir operaciones comerciales que mueven montañas de dinero... En fin, que entiendo que tengan que estar impecables. Pero que no las envidio: andar todo el día subida en unos tacones de diez centímetros, vestidas como una gobernanta y peinadas con el moño de la señorita Rottenmeier tiene que ser bastante incómodo.
 
Lo de las monjas de paisano, sin embargo, es mucho más llevable. Claro que a las pobres no sé quién las viste, porque parece que en vez de con Dios están casadas con un sastre deprimido. Porque, a ver ¿Quién diseña la ropa de las monjas? Porque son como los presos de Guantánamo, que las veas donde las veas sabes que son monjas. No hace falta ni que lleven toca o crucifijo. No. Se las idientifica a la primera, y a distancia: polo de lycra beige con el cuello alto, jersey de pico azul marino, falda gris o marrón de corte liso o con una tabla para las más atrevidas, bolso en plástico negro tipo Mary Poppins, pantys de espuma en color carne, opacos y con bolitas… y  lo más importante: los zapatos; esos zapatos de tacón recto, de unos cinco centímetros, con lengüeta y a veces una hebilla, o unas escobitas de adorno. Y marrones o azul marino, como la falda. ¿Dónde venden esa ropa? ¿Les manda el Todopoderoso un Venca sólo para ellas? ¿O es que existe un Corte Divino en otra dimensión, unos grandes almacenes a los que sólo ellas pueden acceder a través de una puerta oculta, como Harry Potter accedía a la escuela de magia? Porque esos jerseys de pico, esos polos de lycra, esos zapatos… ya no los encuentras ni en el “Cuéntame”.
 
En fin, mis queridos lectores, que yo, visto lo visto, si me dan a elegir, ni “nun" ni "working”.
Me visto de puta que puedes ponerte cualquier cosa.

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