LAS
PREGUNTAS
Llevábamos
media tarde con lo mismo: llena volquete, engancha volquete, transporta
volquete, vacía volquete. Yo tenía las piernas rotas de tanto estar acuclillada
sobre el suelo del garaje y el serrín empezaba a irritarme la nariz. Pero los niños,
ya se sabe, son infatigables.
La
cinta de los Fruittis se había terminado hacía tiempo y ahora eran las noticias
de las seis, o de las siete, lo que el altavoz del radiocasette escupía con
desidia. Lo de siempre: trifulcas políticas, derbys deportivos, guerras,
terrorismo… Y un tipo con un curioso alias al que habían sacado de la cárcel.
¿Quién
es Malasombra?- preguntó mi sobrino sin desviar los ojos del camión, que en
este momento ascendía por una montaña de arena bamboleando su carga peligrosamente.
¿Quién?-
respondí casi al tiempo que estornudaba.
Y él-
Malasombra. El señor de que hablaban en la radio.
Y yo-
Es un terrorista que acaba de salir de la cárcel.
Y él-
¿Y por qué estaba en la cárcel?
Y yo-
Por poner una bomba que mató a varias personas.
Y él- Y
ahora, cuando salga de la cárcel… ya no pondrá más bombas, ¿no?
Y yo-
Pues a lo mejor sí. La cárcel castiga a los delincuentes pero no cambia sus
ideas.
Y él-
Entonces, y si puede que vaya a seguir poniendo bombas que maten gente… ¿De qué
ha servido castigarlo? ¿Para qué sirve la cárcel? ¿Y por qué lo dejan salir si
no están seguros de que no vaya a seguir matando gente?
Y yo-
Voy a prepararte la merienda. Esta mañana he comprado un tarro de nocilla, que
sé que te gusta mucho.
Me
levanté del suelo, volví a poner en marcha el casette con la cinta de los
Fruittis y salí rumbo a la cocina
pensando que es una lástima que a las ruedas de prensa no manden a niños de cinco
años en lugar de a periodistas.
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