LA PRINCESA
La princesa Leocadia
ha perdido el apetito
y languidece en su lecho
pálida cual blanco lirio
sin que nadie halle la causa
de su inusual extravío:
“Tal vez esté enamorada
cual la de Rubén Darío”
Apunta el rey, mas la reina
se halla con el alma en vilo…
… Hasta una noche en que escucha
cierto sospechoso ruido
e intrigada, se levanta,
se interna por el pasillo,
se acuclilla ante la puerta
del juvenil camerino…
y al atisbar por el ojo
de la cerraja del mismo
ve a la cándida princesa
con el cocinero chino,
el cochero del palacio
y un mercader de tejidos
¡¡¡ desnudos !!! … y
enmarañados
en un tórrido amasijo
de ambigua morfología
e incomprensible equilibrio …
“¡Caray!”, se dice la reina
mientras desanda el camino:
“¡Cómo se nota que es hija
de un trapecista de circo!”
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