sábado, 8 de febrero de 2025


 

PARACETAMOL

Es la una y media de la madrugada y a las seis sonará el despertador. Va para dos días de aguantar como si la cabeza me estallara. Por lo menos ya no tengo fiebre, pero la situación ha llegado al punto de que el simple roce con la almohada me molesta. He confiado en mi sistema inmunológico, pero ayer a mediodía decidí que era el momento de echarle una manita y me tomé un paracetamol de los que guardaba en el armario desde hace ni se sabe. Tan ni se sabe que no me hizo ningún efecto. Y ahora necesito descansar. Que mi sistema nervioso se apacigüe y permita que el sueño se apodere de mí, aunque sea solo durante tres horas.

Me visto y a lo que salgo a la calle el espejo del recibidor me devuelve una imagen demoledora. Sobre mis ojeras se podría celebrar el París Dakar.

La farmacia está relativamente cerca o relativamente lejos, según se mire, pero el paseo debería visto sobradamente recompensado por el resultado.

Y así es. Al llegar a casa, una de las pastillas del envase que me ha costado menos de cuatro euros obra el milagro en poco tiempo. Mis músculos se distienden y me voy adormeciendo al arrullo de la dulcísima sensación que produce la desaparición del dolor. Al cabo de unas horas, cuando la alarma suena, soy otra persona. Y me cago en lo más barrido cuando, desayunando, la locutora de la radio habla de Trump y su incitación al desarrollo de la carrera armamentística en detrimento de las inversiones en materia de investigación científica. Y me cabrea pensar en esa pobre gente que ni siquiera tiene el consuelo de una farmacia a mano a cualquier hora y cuatro euros en el bolsillo con los que comprar una caja de analgésicos. O de esos animales que impiden la entrada de anestésicos en territorios afectados por la guerra.

Mierda de mundo.

#SafeCreative Mina Cb 

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