CAROLINA YUSTE

Maravillosa. A mí me pareció maravillosa. Con esa falda a jirones y esas zapatillas. Por si tenía que celebrar que no le estorbaran los tacones. Y la melena al viento, como quien va a salir con las amigas. Porque el talento ahí está, y lo del refrán de la mona vale igual del revés que del derecho. Sin depilar. Sin maquillaje. Dándoles sopas con hondas a esa panda de cincuentonas incapaces de aceptar la edad que tienen. Que van de solidarias y de guays pero se funden un huevo de viruta en un vestido que seguramente no van a volver a usar. O tal vez sí, pero en alguna boda. Que, como todo el mundo sabe, son esas fiestas en las que los organizadores se gastan lo que quieran. Y los invitados e invitadas pasan por caja de acuerdo a sus posibilidades o a lo establecido por las normas. Y si quieres fundirte tres mil pavos en un traje te los fundes. Pero al menos no vas de intelectual de izquierdas de toalaputavida. Con doce capas de aguaplast y un modelito que hace que no se te vea más que a ti.

Envidia, oigan. De que la moza sea joven y le vaya bien sin necesidad de ser un bellezón. Y de que tenga los huevos de presentarse con la misma ropa con la que luego, igual, cuando acabe la fiesta de los carcas, se puede reenganchar con sus colegas, que tendrán todavía cuerda para rato. Y que termine a mediodía, de vermú en cualquier garito de lo viejo, con las bambas coturno y la estatuilla. Y que alguien se dé cuenta y se le acerque y le diga eso de “oye, tú no eres esa que salió en la tele anoche”, y que ella diga que sí mientras deja caer el busto en un rincón de la barra y se pide, no sé, un Martini y una ración de churros.

Me encanta la gente así.

#SafeCreative Mina Cb