miércoles, 12 de octubre de 2022


 

EN EL VIENTO
(carta de amor a un ángel)

Tú pesabas ocho kilos y Carbonilla dos y medio. Carbonilla era mi ex, la gata negra a la que tuve que dar el pasaporte porque más que gata era una pantera, menudo genio. Yo aún tenía la máquina de coser y recuerdo que cuando Vanessa y Hesu te sacaron del trasportín, la gata dio un bufido que te mandó al rincón, entre la pata de la máquina y la pared. Tanto que me olí que el trueque acordado no iba a producirse: “No os la lleváis ¿verdad?”- musité, mohína. “No- me respondieron- cuando coloques a la otra nos avisas”.
“La otra” fue derecha al huerto de mi tío y sólo entonces te instalaste en casa. Vane me había dicho que iba a ser como si tuviera un gato en cada habitación y no se equivocaba. Todo el día en los pies. Tanto que el día que me di el golpe en la cabeza y me salió un chichón en plan hombre elefante mi madre pensó que habías sido tú el culpable, con esa manía de ponerte siempre en medio. Mi madre, qué gracia, que cuando estuvo en casa con lo del hombro roto dormía en mi cama y, como no podía sacarte de debajo por las buenas (eran ya diez kilos, compañero) lo hacía agarrándote del rabo. Y tú ni te inmutabas.
Has tenido la solidez que tienen los enfermos crónicos. Ni un mal achaque en más de diez años con una inmunodeficiencia a cuestas, que ya es mérito. Has querido a todas las personas que han querido quererte, has asombrado a propios y extraños exhibiendo tu gatuna anatomía en el balcón (unos franceses hasta nos filmaron mientras te cepillaba) y has aguantado estoicamente fiestas, procesiones y conciertos sin soltar un maullido más alto que otro. Has tolerado mis ausencias sin un mal gesto y por hacer, hasta te has ido con la lluvia, como los más grandes.

Me dejas un arenero lleno, un frasco de jarabe recién abierto y los restos de ese pienso que costaba un riñón. Nos ha quedado pendiente, entre otras cosas, probar el arnés de Susi para pasear y que esa medicación antiepiléptica te hiciera algún efecto para poder tenerte algunos años más. Pero, por lo demás, has conocido a mi padre, a mi madre, a mis amigos y amigas, a los hombres a los que probablemente más he querido en esta vida, a mi hermana, a mi cuñado, a mis sobrinos y hasta a un loro cantajotas. No es mal balance, aunque de haber sabido lo que te esperaba anoche te hubiera dado un puñado de conos de bacon cuando me los pediste. Y hasta un trago de VollDamm.

Pero ¿sabes? De todo lo que hemos vivido, sin dudarlo, me quedo con la imagen de la otra mañana, cuando, tras tu aventura en busca de la libertad, te encontré, ante un portal, bebiéndote el sol de una radiante mañana de domingo.

Buen viaje, compañero. Nos encontraremos en el viento, cuando yo también sea cenizas.

#SafeCreative Mina Cb

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