domingo, 6 de febrero de 2022


 

EL ESCONDITE DE LA RIMA

A veces la vida deja de ser esa plácida carretera secundaria en la que todo está bajo control para volverse asfalto sísmico. Entonces rimo, que es una cosa que distrae mucho y cuesta poco, y trato de mirar para otro lado, sabedora de que el cataclismo se ha de dar más tarde o más temprano. Rimo y aguanto fuerte el volante con las manos, esperando a que todo se suavice y vuelva la normalidad. Pero la normalidad, eso todos lo sabemos, es tan ficticia como los Reyes Magos, y al final la rima no sirve de nada cuando el precipicio de Thelma y Louise se manifiesta ante los ojos y es necesario escuchar al suicida que todos llevamos dentro y, en lugar de pisar el freno, meter el acelerador a fondo, confiando en que la inercia nos deposite al otro lado de la sima. Que nos deposite simplemente. Lo de sanos y salvos ya es harina de otro costal.
Yo, mal está que lo diga, me considero una experta en saltos al vacío. Y eso que conduzco como el culo y que mira que doy rodeos hasta llegar al barranco, pero cuando lo tengo delante respiro hondo, cierro los ojos y abandono tierra firme. La sensación de vértigo es enorme porque el miedo anda siempre por ahí, augurándonos fatalidades al oído. Y porque en esos momentos ni con la rima engañas al desasosiego. Lo que pasa es que, mientras dura el tránsito, no paras de acordarte de aquellas otras veces en que traspasaste la línea que lleva hacia el vacío y encontraste tierra al otro lado. Por eso, piensas, se suicidan los adolescentes. Porque esa primera vez no saben que existe vida más allá del salto. Pero tú sí. Sabes que existe y que al fin un día, ya en terreno sólido, y recuperada la respiración, podrás girar la cabeza y ver detrás de ti la zona sísmica, con todas sus profundas grietas.

Y la rima dejará de ser un escondite.

#SafeCreative Mina Cb

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